Comenzaba a trabajar en el Terminal de Punta de Piedras, para la empresa de los Ferrys y una tarde, reunida con mi equipo de trabajo, compartíamos un café, conversábamos amenamente y nos contábamos chistes idiotas. Alguien se unió a aquella conversación y me hizo reír como hacía tiempo no lo hacía y cinceló en mi memoria su propia sonrisa. Una sonrisa plena, amplia, sincera, dulce. Una sonrisa que yo sentía que conocía, pero no tenía idea de dónde.
No le volví a ver hasta unos dos meses después, cuando una tarde, el ocaso dibujó su silueta a contraluz en la puerta de mi oficina. Esa silueta, ese andar que reconocería después aunque estuviera a kilómetros de distancia. Yo había visto antes esa imagen. Al menos era la sensación que tenía. Hablábamos como se habla con cualquiera, pero aquella imagen no se borraría jamás de mi mente.
Un día, revisando mis apuntes en el cuaderno que llevaba a mi enésimo (y también inútil) curso de inglés, encontré escrito a lápiz y a pulso, lo siguiente:
Si pudiera expresarte,
Cómo es inmenso
Desde el fondo de mi corazón,
Mi amor por ti!
Este amor delirante
Que abraza mi alma,
Es pasión que atormenta
Mi corazón.
Siempre, siempre, siempre
Estás en mis sueños,
Estás en mi alegría
Y en mi sufrir.
Porque en ti
Se encierra toda mi vida;
Si no estás conmigo, mi bien,
No sé vivir.
Es pasión,
Delirio,
Estar contigo.
Pero soy dichoso, mi bien,
Porque me quieres
También…
No lo había escrito yo. Quién habrá sido? No conozco esta caligrafía! Y pensaba… esto me suena, me suena… Pero de dónde?
El misterio y mi incontenible curiosidad se hicieron más intensos cuando una tarde, conversando con mi Tío Juan descubrí que eran los versos de un bolero compuesto por César Portillo de La Cruz. Me seguía sonando el pedacito de melodía que me tarareó. Pero dónde podía escucharlo? Quién escribió esto en mi cuaderno? Y sobre todo, por qué? Por qué escribirme algo así, con ese contenido tan profundo y ni siquiera firmarlo?
Siempre me dejaban notas anónimas y chocolates en la oficina y siempre terminaba descubriendo de quienes eran y los por qué. Pero esta vez era distinto. Nadie había sido. Ni una pista. No tenía idea y ya comenzaba a obsesionarme.
Mientras, los días transcurrían unos tras otros. Todos iguales. Mi vida personal era un caos de desesperación y tristeza silente que nos iba consumiendo a mi pareja y a mí. En el trabajo todo iba “viento en popa” y cada día me gustaba más. Aún así, dentro de mí, había un vacío infinito y una despedida eterna. La inminencia de un fin que aún no reconocía. Quizás solo esperaba una señal. Quizás aún no tenía el valor de enfrentarlo.
Como siempre, en los grupos grandes, el tiempo conformó una camarilla de compañeros afines. Entre ellos mi prima (jejejeje siempre hay una prima) y el tipo aquel de los chistes, aquella imagen a trasluz en el ocaso. Nos íbamos siempre juntos, sobre todo en las noches cuando salíamos tarde y yo me sentaba en el último asiento de su Jeep. Callada e introvertida como suelo ser, pensando… Quién escribió esa nota en mi cuaderno?
Aquel tipo y yo, nos hicimos amigos. Muy buenos amigos. Me sentía tan cómoda con él que hasta me atrevía a hablarle de mí y de las cosas que normalmente no cuento. Su historia se parecía a la mía. Su vida, se parecía a la mía. Sentía que lo conocía desde hacía mucho tiempo. Creíamos en lo mismo. Buscábamos lo mismo?
Una tarde, la angustia me hacía un nudo en la garganta. Iba en el autobús rumbo a mi trabajo y miraba el reloj compulsivamente, como si de aquella manera absurda pudiera hacer que se detuviera o que el chofer se apurara. Casi llegando a Punta de Piedras, en la parte más alta de “La Subida del Águila” desde donde se puede ver el muelle, ví que el “Concepción Mariño” apenas despuntaba en el horizonte y calculé unos 45 mins para que llegara al muelle. El alivio que sentí en ese momento me dejó atónita y comprendí mi estrés, la angustia anterior, el mal humor, la desesperación. Todo aquello era porque si llegaba tarde, no tendría oportunidad de verlo. Eso era todo. En ese momento, entendí. Epa! Qué es ésto? Aquí pasa algo… Y mi corazón se detuvo.
Nunca más lo miré igual.
Yo le había escrito una carta a aquel tipo, donde le explicaba lo significativo que era para mí la amistad que había nacido entre nosotros, porque había sido determinante a la hora de tomar una decisión que me permitiera reconstruir mi vida. Y así fue. Aunque no le daba detalles de lo que sentía realmente. A partir de ese momento, siempre leía mis relatos, mis poemas, mis cuentos, porque escribir siempre fue mi hobby.
Un buen día, vino de su mano, por fin una carta para mí. Cuando la recibí las manos me temblaban y casi no podía respirar. Con los ojos llenos de lágrimas y el corazón volcado de emoción, reconocí aquel pulso, aquel puño, aquellas letras uniformes y puntiagudas. Las mismas letras del bolero que apareció en mi cuaderno… Había sido él…
Continuará…
Cómo es inmenso
Desde el fondo de mi corazón,
Mi amor por ti!
Este amor delirante
Que abraza mi alma,
Es pasión que atormenta
Mi corazón.
Siempre, siempre, siempre
Estás en mis sueños,
Estás en mi alegría
Y en mi sufrir.
Porque en ti
Se encierra toda mi vida;
Si no estás conmigo, mi bien,
No sé vivir.
Es pasión,
Delirio,
Estar contigo.
Pero soy dichoso, mi bien,
Porque me quieres
También…
No lo había escrito yo. Quién habrá sido? No conozco esta caligrafía! Y pensaba… esto me suena, me suena… Pero de dónde?
El misterio y mi incontenible curiosidad se hicieron más intensos cuando una tarde, conversando con mi Tío Juan descubrí que eran los versos de un bolero compuesto por César Portillo de La Cruz. Me seguía sonando el pedacito de melodía que me tarareó. Pero dónde podía escucharlo? Quién escribió esto en mi cuaderno? Y sobre todo, por qué? Por qué escribirme algo así, con ese contenido tan profundo y ni siquiera firmarlo?
Siempre me dejaban notas anónimas y chocolates en la oficina y siempre terminaba descubriendo de quienes eran y los por qué. Pero esta vez era distinto. Nadie había sido. Ni una pista. No tenía idea y ya comenzaba a obsesionarme.
Mientras, los días transcurrían unos tras otros. Todos iguales. Mi vida personal era un caos de desesperación y tristeza silente que nos iba consumiendo a mi pareja y a mí. En el trabajo todo iba “viento en popa” y cada día me gustaba más. Aún así, dentro de mí, había un vacío infinito y una despedida eterna. La inminencia de un fin que aún no reconocía. Quizás solo esperaba una señal. Quizás aún no tenía el valor de enfrentarlo.
Como siempre, en los grupos grandes, el tiempo conformó una camarilla de compañeros afines. Entre ellos mi prima (jejejeje siempre hay una prima) y el tipo aquel de los chistes, aquella imagen a trasluz en el ocaso. Nos íbamos siempre juntos, sobre todo en las noches cuando salíamos tarde y yo me sentaba en el último asiento de su Jeep. Callada e introvertida como suelo ser, pensando… Quién escribió esa nota en mi cuaderno?
Aquel tipo y yo, nos hicimos amigos. Muy buenos amigos. Me sentía tan cómoda con él que hasta me atrevía a hablarle de mí y de las cosas que normalmente no cuento. Su historia se parecía a la mía. Su vida, se parecía a la mía. Sentía que lo conocía desde hacía mucho tiempo. Creíamos en lo mismo. Buscábamos lo mismo?
Una tarde, la angustia me hacía un nudo en la garganta. Iba en el autobús rumbo a mi trabajo y miraba el reloj compulsivamente, como si de aquella manera absurda pudiera hacer que se detuviera o que el chofer se apurara. Casi llegando a Punta de Piedras, en la parte más alta de “La Subida del Águila” desde donde se puede ver el muelle, ví que el “Concepción Mariño” apenas despuntaba en el horizonte y calculé unos 45 mins para que llegara al muelle. El alivio que sentí en ese momento me dejó atónita y comprendí mi estrés, la angustia anterior, el mal humor, la desesperación. Todo aquello era porque si llegaba tarde, no tendría oportunidad de verlo. Eso era todo. En ese momento, entendí. Epa! Qué es ésto? Aquí pasa algo… Y mi corazón se detuvo.
Nunca más lo miré igual.
Yo le había escrito una carta a aquel tipo, donde le explicaba lo significativo que era para mí la amistad que había nacido entre nosotros, porque había sido determinante a la hora de tomar una decisión que me permitiera reconstruir mi vida. Y así fue. Aunque no le daba detalles de lo que sentía realmente. A partir de ese momento, siempre leía mis relatos, mis poemas, mis cuentos, porque escribir siempre fue mi hobby.
Un buen día, vino de su mano, por fin una carta para mí. Cuando la recibí las manos me temblaban y casi no podía respirar. Con los ojos llenos de lágrimas y el corazón volcado de emoción, reconocí aquel pulso, aquel puño, aquellas letras uniformes y puntiagudas. Las mismas letras del bolero que apareció en mi cuaderno… Había sido él…
Continuará…
12 comentarios:
Esto es trampa! Me dejaste en ascuas!!!
Me encantó!!!! quedé con ganas de seguir leyendo!!!
Te dejo por aqui un abrazote y esperando la continuación de esa bonita historia, Gatica!!! :D
me encanta esa canción....creo que hay una verson de Cheo Feliciano que es la que me mata...
y el de la historia? te casate con él, seguro...
besos ♥
Muchachaaaaaaaaaa!!!!!!!!!
¿Por capítulos? Nooooooooooo!!!
¿Cómo nos haces esto?
AHHHHH!! Nooooo, pon la segunda parte, no nos dejes así colgados, malaaaaaa, malaaaaa, malaaaaaaaaaa
Curiosidad curiosidad!!!
jejeje gracias por generarme curiosidad por eso aqui espero sentado viendo la luna, maullando a tu ventana, la continuación.
Besos
Bueno como entre gatos debemos apoyarnos, esperare con ansias el desenlace de dicha historia que esta para comerse las uñas, perdon las "garras" jejeje.....muy lindo blog.....bendiciones !!!
A toda esto se me olvidaba algo.....¿una gata que ladra?....mmmm...creo que seguire vistandote me suena muy extraño y simpatico que los gatos ladren jajajaj.......con mas tiempo leere tu blog y lo sabre ...bendciones !!!...el Señor este contigo !!!
Hola!!!! Ya hasta pareces Agatha Cristie!! Esooo!! Jejeje.. En espera de la segunda parte x aqui tambien!
Un abrazo!
Ciao miccia...
me parece que aqui, 'la gata que ladra' ha perdido el ladrido... ¿ó no?... ;)...
bello racconto...
Hello my friend poniendome al día...
Ya me enganche¡¡ Ahora quiero saberlo tooodo.
Me encantan las historias de amor, esas que se cuentan con detalle y sentimiento.. esas, èsta.
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