30 noviembre 2006

10 Años Maravillosos!

Ahora si... Con esto cierro el mes de nuestro aniversario.
Eduardo:

Cuando pierda la capacidad de hacerte reír con mis mañas…

Cuando pierdas la capacidad de hacerme reír de mi misma…

Cuando pierda la capacidad de darte lo que necesitas antes de que me lo pidas…

Cuando la llamada que recibes mientras marcas mi número, no sea yo misma…

Cuando el mensaje que entra cuando te escribo, no sea tuyo para decirme justamente lo que te estaba escribiendo…

Cuando pierda la capacidad de hacerte sonreír aunque tus ojos estén inundados de lágrimas…

Cuando pierda la capacidad de consolarte cuando parece que el mundo se acaba…

Cuando pierda la capacidad de asumir mis necedades y considerarte por soportármelas…

Cuando perdamos la capacidad de aceptarnos aunque no nos entendamos…

Cuando perdamos la capacidad de adivinar dónde nos duele…

Cuando pierda la capacidad de levantarte cuando caes…

Cuando pierdas la capacidad la sostenerme cuando ya no quiero andar…

Cuando pierdas la capacidad de leer en mis ojos la verdad de mis labios…

Cuando tu vida ya no SEA conmigo…

Cuando ya no te erice la piel al rascarte la espalda…

Cuando ya no me hagas cosquillas si me hablas al oído…

Cuando ya no me hagas sonreír cuando cantes nuestra canción…

Cuando enmudezcan las voces de los boleros que nos sonrojan…

Cuando la poesía no se nos ajuste…

Cuando ya no endulce tus amarguras…

Cuando ya no amargues mi vida controlada y precisa…

Cuando ya no me pueda burlar de ti sin que tu sonrisa se borre cuando pierda el “Magallinas" (que es casi siempre)…

Cuando pierda el “Caracas” y no me hagas llorar con tus bromas (que es casi siempre)…

Cuando mis cosas dejen de parecerse a las tuyas…

Cuando ya no seamos tan diferentes…

Cuando ya no me haga ilusiones contigo…

Cuando ya no tengas planes conmigo…

Cuando salga sin tu permiso…

Cuando te vayas sin avisarme…

Cuando pueda dormir sin ti…

Cuando puedas vivir sin mi…

Cuando te pierda…

Cuando ya no estés…

Comenzaré todo de nuevo aunque ya no te alcance…
Comenzaré desde el principio…
Y volveré a enamorarte.

Mientras tanto…
Te amo porque contigo hasta las cosas más simples adquieren otro significado.

Feliz Aniversario!!!

23 noviembre 2006

No todo es color de rosa!

No, definitivamente no todo es color de rosa. Somos tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo! Desde la cotidianidad más simple hasta los momentos más trascendentales. Desde la rivalidad eterna que llevamos en las entrañas porque yo soy Caraquista y él Magallanero (algún defecto tenía que tener), yo apoyo a la Squadra Azzurra, él le va a Brasil. Yo soy lírica, él melodía.

A veces sencillamente no nos soportamos. Mi carácter es endemoniado e inflamable, el de él siempre tan controlado y tranquilo. A veces no sé cómo carrizo seguimos juntos después de tanto y después de todo. No sé cómo me ha aguantado. No sé cómo es que aún lo amo.

Tenemos otro tipo de diferencias que Cesar Vo, en su Blog Zona Franca, describió magistralmente palabras de otro mundo…

Dificilmente juntos

El es siglos, ella segundos
El es Big Mac, ella arepita rellena
El es perfume, ella piel y sudor
El es agua Perrier, ella agua de río
El es seguridad, ella aventura y peligro
El es aire acondicionado, ella brisa de mar
El es Toyota y confort, ella es metro y caminata
El duerme, ella sueña
El es lunes por la mañana, ella viernes por la noche
El es de ocho a doce y de dos a seis, ella es una, diez, cinco y veintiséis
El es paraguas, ella lluvia, sereno y cuerpo
El respira, ella suspira
El es coca cola, ella batido de durazno
El es mapa, ella territorio sin cartografía posible
El es 1,2,3 acción, ella es beso, caricia y pasión
El es matemática, física y química, ella castellano y literatura
El es correo electrónico, ella es carta con olor a nostalgia
El es pasado y futuro, ella es hoy y ahora
El es quien debería, ella es quien quiere ser
El es el
Ella es ella
El puede ser ella
Ella puede ser el

El hecho es que no ha sido fácil sostenernos todos estos años y sentir lo que sentimos después de tantas cosas. El amor no basta. Eso lo hemos aprendido a golpes y caricias.

Pero aprendimos a ACEPTARNOS tal como somos. Las grandes discusiones donde imperaba el odioso: - Pero es que tú… Terminaron cuando comprendimos que si él amaba mi sonrisa, también amaba mi compulsivo perfeccionismo. Que si yo amaba sus ojos, también amaba su desorden e indisciplina. Entonces, por añadidura, aprendimos a RESPETARNOS.

Aprendimos a ESTABLECER PRIORIDADES. Por sobre todas las cosas está LO NUESTRO… Nuestra relación, nosotros como individuos, nuestra vida juntos, nuestros hijos. Lo demás se lo puede llevar el río.

Aprendimos a confiar en nosotros, en lo que tenemos y a defender esa CONFIANZA por encima de cualquier cosa.

No basta con decir lo que sentimos, hay que demostrarlo y eso es trabajo de TODOS LOS DÍAS del mundo. Nunca lo damos por sentado.

Si, nos regalamos la luna, las estrellas, nos prometemos cualquier sarta de estupideces. Y es válido. Pero quién dijo que el amor no deja poner los pies en la tierra? Tal vez sea ciego, pero no es tan idiota.

A veces nos miramos y sonreímos… Y nos decimos…

- Ya! Por favor! No me enamores más!

Entonces me importa un pito pensar que si era mi príncipe azul, el beso no funcionó y se quedó rana. La verdad no me importa. Yo veo en los ojos de esa rana a mi Príncipe Azul.

Entonces, quizás yo no sea la Princesa de sus Sueños, sino más bien el temible Dragón que él debe vencer cada día para poder ver a esa Princesa Soñada asomada (apenas) al balcón de mis ojos.

Las diferencias es lo que menos importa. El Amor es lo que realmente prevalece y nos dará en si mismo lo necesario para salvar los inconvenientes.

Quién dijo que el Amor es color de rosa? El Amor no es fácil. Pero consiste en eso precisamente. En Amar por sobre todas las dificultades, por sobre todas las cosas. Por sobre todo…

En las buenas y en las malas;
En la salud y en la enfermedad;
En la pobreza y en la riqueza,
Hasta que la muerte nos separe…

Amén!

14 noviembre 2006

Junio 1997 – Noviembre 2006

Continúa del Post Anterior...

Ya nada importaba…

Aquel beso marcó el final de muchas historias y el principio de la única que tendría sentido completo para mí hasta el sol de hoy.

Los encuentros eran distintos. Las miradas eran distintas. Los riesgos eran distintos. Pero estaba decidida a todo o a nada. Para mí, no hay términos medios. No hay grises. No hay matices. La vida es lo que es. La gente es lo que es. Se siente o no se siente.

Aún así, reservaba en mis silencios aquel volcán de cosas. Me convencía cada día más de lo que ya sabía porque entre otros detalles siempre todo salía sin forzarlo. Sin buscarlo. Sin procurarlo. No tenía que preocuparme en verlo o hacer una cita. Salía siempre de la casa o la oficina con la certeza de encontrarlo y siempre lo encontraba.

Una noche salimos después del trabajo. Me llevó a un Restaurant llamado “Los Mesones de San Juan”. Era una hacienda preciosa. Un lugar, como a mi me gusta, de arquitectura rústica y colonial. Sencillo. Los mesones y las sillas de madera. El techo de varas amargas de mangle y tejas. Las paredes tenían acabado de bahareque pero pintadas de blanco. Como las casonas viejas. Árboles y más árboles. Velas en la mesa. Era un sitio abierto que te transportaba a alguna hacienda de nuestra época colonial. La comida, la música, su compañía. Todo era perfecto.

Después de algunos tragos me levanté y fui al baño. De regreso a la mesa, percibí en su rostro algo que no estaba cuando me levanté. Y, cuando iba a sentarme, escuché:

- Esta canción va a dedicada a Maigli… Para ti, especialmente, de Eduardo.

El corazón se me iba a salir del pecho. Mis manos temblaban y no podía contener las lágrimas! El grupo que tocaba aquella noche comenzó a interpretar “Mi Delirio”. El mismo bolero que había escrito en mi cuaderno y la letra finalmente cobró vida. Claro que la había oído! Claro que la había escuchado antes! Cómo no? Siendo mi padre fanático de los boleros y las rancheras. Pero hasta entonces no significaba nada. La música, las canciones, la poesía, los libros, el arte, es inerte hasta que comienza a formar parte de nuestras vidas. Hasta que les damos vida con nuestros propios sentimientos. Aquella canción, aquella noche, fue una sentencia: Sí, Esto es lo que quiero en mi vida. Esta emoción. Esto que siento.

Un mes después sucedió la “Fiesta Inolvidable”. Un evento de la empresa para celebrar el Día de la Marina Mercante. Lucí mis mejores galas y busqué en sus ojos una vez más en la distancia del secreto, en la lejanía del respeto y en el abismo de una relación imposible, si sentía lo mismo que yo. Y lo encontré.

La noche siguiente, alrededor de la una de la madrugada y tras una larga discusión sin sentido, tomé mi uniforme y cuatro trapos más. Algunas cosas de mi hijo y las metí en un morral. No necesitaba nada más que decir Adiós. Y así fue.

Me separé y dediqué el resto de mi vida a sentir y a disfrutar lo que siento. Dulce o amargo. Cálido o frío. La tristeza, la alegría, la nostalgia, la incertidumbre, el dolor, cada suspiro, cada aliento, cada carta, cada despedida, cada re-encuentro. Cada final y cada principio con él.

Me costó dos años más poder dormir a su lado una noche completa sin la angustiosa certeza de tener que irnos. Vinieron en esos años tres separaciones eternas y difíciles en las que creí que se me acababa el mundo. Transcurrieron momentos duros, muy, muy duros. Y yo?… plantada en lo que quería. Segura de lo que era, de lo que sentía. Todo el mundo me dio la espalda. Nos dieron la espalda. Nos quedamos solos contra el mundo. Y salimos adelante, incluso de la nada.

Hoy, lo miro y sonrío inevitablemente. A veces me provoca ahorcarlo. A veces, me provoca abrazarlo para siempre. A veces me provoca recoger su desorden y ponerlo en la puerta de la calle. A veces siento que si no regresa una noche, me muero.

Hace diez años de aquella historia de momentos amargos y de momentos dulces. De momentos en los que reímos y momentos en los que lloramos. Canciones y cartas. Cartas, una caja repleta de ellas que suman más de ochocientas en tres años y un cerro de tarjetas telefónicas para llamarnos. No había mensajitos de celular. No había Internet. La distancia era cruel y solo funcionaba la intuición. El destino. Los encuentros fortuitos. La suerte. LA CONFIANZA.

Hoy, estamos juntos y nos reímos del mundo en nuestra complicidad.

Hoy, siento el mismo mareíto que sentí con el primer beso. Y me mata de nervios esperarlo.

Hoy, sigue siendo inconfundible el olor de su piel, sólo que ahora es imprescindible en mi almohada.

Hoy, seguimos siendo los mismos de hace diez años, solo que nos amamos más. A veces nos abrazamos, compartimos un vinito y escuchamos nuestras canciones. A veces lloramos de sólo recordarlo. Nos reímos y nos besamos entre suspiros. Nos miramos a los ojos y sonreímos y entonces suelo escucharle decir en la cotidianidad de sus cosas:

- Ya, vale déjame tranquilo! Qué me hiciste? Tú me echaste alguna vaina en el café. Alguna brujería, chacumbele, una vaina de esas…
- Yo? Yo no te hice nada. Tú caíste soliiiiiiiiito…
- Nada? Yo creo que sí! Te me metiste por los ojos! Arribista, igualada, trepadora, anidadora, abusadora!
- Ja, ja, ja, ja, ja… Te amo
(Suspiros)
- Yo también “Mía, Mía”. Te amo…

Y nos fundimos en un abrazo escuchando otra de nuestras favoritas del Gran Manzanero...

Cuando estoy contigo
no sé que es más bello
si el color del cielo o el de tu cabello.
No sé de tristezas todo es alegría,
sólo sé que eres tú la vida mía.
Cuando estoy contigo
no sé si en la brisa
hay mejor sonido que tu alegre risa
Si pones tus manos cerca de las mías
dudo de que existan madrugadas frías.
Cuando estoy contigo
no existen fracasos
todo cuanto quiero
lo encuentro en tus brazos.
Cuando estoy contigo
me lleno de orgullo
quisiera que grites
que soy todo tuyo.
Cuando estoy contigo
no sé que es más tierna
tu figura frágil
o un ave que inverna.
Cuando estoy contigo
yo cambio la gloria
por la dicha enorme
de estar en tu historia.

07 noviembre 2006

Febrero – Junio 1997

Viene del post anterior...
El alma se nos abrió en cartas que iban y venían. Como dos escolares, nos dejábamos papelitos o nos los entregábamos y desaparecíamos instantáneamente. Luego, sin planearlo o preverlo, nos encontrábamos de pronto en algún café comentándonos los que escribíamos. La más de las veces, eran cartas impersonales. Relatos, historias, cuentos donde los protagonistas no tenían nombres, donde los escenarios no eran lugares que conocíamos y donde abundaban las metáforas, los símiles y eran tácitos los sentimientos.

Aún así la relación se fue haciendo más intima, más profunda. Pero seguía siendo un silencio el nombre de aquello. Ninguno de los dos nos atrevíamos a pensar siquiera el rumbo que estaba tomando.

Las miradas se hicieron más intensas y se apoderaron de un privilegiado espacio en nuestras conversaciones. Las sonrisas embobadas y el rubor, nos retrotraían a la adolescencia. Las famosas mariposas en el estómago. La angustia asfixiante de la ausencia y la inquietud aplastante de la presencia. De pronto, cuando estábamos cerca, nos volvíamos torpes y decíamos cosas sin sentido, sin advertirlo. Era una sensación exquisita pero que nos quemaba al mismo tiempo, porque ambos llevábamos en la conciencia el peso de nuestras propias realidades paralelas.

Los saludos poco a poco eran cada vez más placenteros. Los besos lejanos se acercaban cada vez más. Se convirtieron en besos de mejilla a mejilla, luego de labios a mejillas y hasta hubo un beso en la frente! Horror! Puede haber algo más pavoso? Lo cierto es que el día menos pensado, me arrebaté en el ímpetu de acercarme. Aquella tarde, plantada frente a él, después del saludo y la sonrisa de alegría al vernos, parece que el tiempo desaceleró la marcha o al menos así yo lo recuerdo. Como si fuera en cámara lenta. Me hinqué para alcanzarlo y besé muy despacito la comisura de sus labios. Dios! Aquel momento besé la gloria sin alcanzarla. Fue un beso cercano, dulce y eterno que no duró más de tres segundos. Fue un beso etéreo y fugaz que nos duró para siempre. Aún se me estremece todo cuando lo recuerdo.

Su cara fue todo un poema! Quizás no lo esperaba. Pero eso si, mi instinto me gritaba que lo deseaba tanto como yo!

Sonaba en aquellos meses, con insistencia, esta canción del Gran Manzanero, que nos unió en la complicidad de lo sabido mas nunca pronunciado:

Entre tu y yo…
No hay nada personal,
Es solo el corazón que desayuna,
come y cena de tu amor.
En el café de la mañana,
en la canción de la semana,
que muchas veces me emociona
y otras tantas...me hace daño.
Entre tu y yo...
no hay nada personal,
sin embargo duermo entre mis sabanas
soñando con tu olor;
vives aquí en mi sentimiento
me ocupaste el pensamiento,
quizás te añore
mas no hay nada personal...
Aunque me inventes los detalles
y te encuentre en cada calle,
yo te juro...
que no hay nada personal!
Sacas a flote mis tragedias...
de repente las remedias!
Me haces loco,
Me haces Trizas,
Me haces mal...
Y así en los dos...
(así en los dos)
No hay nada personal
(no hay nada personal)
te llevo en cada gota de mi sangre
y en el paso de mi andar.
No necesito arrinconarte
ni antes de dormir besarte.
Es que en nosotros...
Ya no hay nada...
personal...
Con un lazo llegó a mis manos aquel cassette para que pudiera oírlo donde me encontrara. Y poco después en una despedida como tantas otras, sencillamente toqué sus labios en un beso inconsciente. Me bajé del carro, cerré la puerta y me alejé sin más, ni más. No caí en cuenta de lo que acababa de hacer hasta una cuadra más allá, cuando ya no podía respirar del cansancio. Entonces me percaté de que caminaba más rápido que de costumbre, como si huyera de algo. Tenía el pulso a millón! Pero claro! Por supuesto que huía! Cómo no iba a huir si acababa de robarle un beso!

Y sucedió que yo, no pude volver a pegar un ojo. Sucedió que yo sentía que la vida se me escapaba de las manos. Que el tren me dejaba y que yo deseaba desde lo más profundo de mi alma abordarlo. Quizás porque ya conocía todo aquello que sentía. Ya lo había tenido una vez y lo perdí y cuando estuve a punto de recuperarlo, la tragicomedia de la vida me abofeteó y me lo arrancó para siempre. Aquello que sentía, lo veía en el amor de mis padres; se les desbordaba en las miradas (aún). Aquello era lo que yo quería en mi vida y no estaba dispuesta a renunciar. Pero, me cargaría al mundo encima. Arrasaría con todo a mi paso. Destrozaría otras vidas con todo aquello. La pregunta era… valían para mí aquellas vidas más de lo que significaba la mía propia?

Llegó una tarde de Marzo. El día estaba nublado y varamos de hablar y hablar en la orilla de La Caracola. La brisa nos arropaba y yo temblaba sin poder evitarlo. Como la primera vez. Las emociones encontradas no me dejaban hablar, ni respirar, ni pensar. No había nada que explicar. Todo estaba brutalmente implícito. Me abrazó cuando logró que me quedara quieta en un solo sitio y me miró a los ojos. Me susurró: - A qué le temes?

Nunca la cercanía y lo que sentíamos fue tan evidente.

Unos días después, en otra tarde robada, contemplábamos el mar. Y hablábamos. Qué tánto hablábamos?! Me pregunto ahora… Se bajó del carro. Dio la vuelta y antes de que pudiera yo bajarme, estaba parado frente a mi. No me dio tiempo de nada. Cuando reaccioné a aquel instante sentí sus labios tibios invadir mi vida. Sentí su aliento cálido perfumándome el alma. Me sentí arrasada y desvastada en un abrazo sin límites. El corazón me traicionaba y el mundo dejó de existir. Si algún día tuviera que describir el momento más emocionante y dulce de mi vida, todo se resumiría a aquel beso. El primer beso. Nuestro primer beso.

De regreso, ninguno de los dos pronunciaba palabra alguna. Para mí, ya no había vuelta atrás. Pero, para él?

Continuará…

02 noviembre 2006

Octubre de 1996 – Febrero de 1997


Comenzaba a trabajar en el Terminal de Punta de Piedras, para la empresa de los Ferrys y una tarde, reunida con mi equipo de trabajo, compartíamos un café, conversábamos amenamente y nos contábamos chistes idiotas. Alguien se unió a aquella conversación y me hizo reír como hacía tiempo no lo hacía y cinceló en mi memoria su propia sonrisa. Una sonrisa plena, amplia, sincera, dulce. Una sonrisa que yo sentía que conocía, pero no tenía idea de dónde.

No le volví a ver hasta unos dos meses después, cuando una tarde, el ocaso dibujó su silueta a contraluz en la puerta de mi oficina. Esa silueta, ese andar que reconocería después aunque estuviera a kilómetros de distancia. Yo había visto antes esa imagen. Al menos era la sensación que tenía. Hablábamos como se habla con cualquiera, pero aquella imagen no se borraría jamás de mi mente.

Un día, revisando mis apuntes en el cuaderno que llevaba a mi enésimo (y también inútil) curso de inglés, encontré escrito a lápiz y a pulso, lo siguiente:
Si pudiera expresarte,
Cómo es inmenso
Desde el fondo de mi corazón,
Mi amor por ti!
Este amor delirante
Que abraza mi alma,
Es pasión que atormenta
Mi corazón.
Siempre, siempre, siempre
Estás en mis sueños,
Estás en mi alegría
Y en mi sufrir.
Porque en ti
Se encierra toda mi vida;
Si no estás conmigo, mi bien,
No sé vivir.
Es pasión,
Delirio,
Estar contigo.
Pero soy dichoso, mi bien,
Porque me quieres
También…

No lo había escrito yo. Quién habrá sido? No conozco esta caligrafía! Y pensaba… esto me suena, me suena… Pero de dónde?

El misterio y mi incontenible curiosidad se hicieron más intensos cuando una tarde, conversando con mi Tío Juan descubrí que eran los versos de un bolero compuesto por César Portillo de La Cruz
. Me seguía sonando el pedacito de melodía que me tarareó. Pero dónde podía escucharlo? Quién escribió esto en mi cuaderno? Y sobre todo, por qué? Por qué escribirme algo así, con ese contenido tan profundo y ni siquiera firmarlo?

Siempre me dejaban notas anónimas y chocolates en la oficina y siempre terminaba descubriendo de quienes eran y los por qué. Pero esta vez era distinto. Nadie había sido. Ni una pista. No tenía idea y ya comenzaba a obsesionarme.

Mientras, los días transcurrían unos tras otros. Todos iguales. Mi vida personal era un caos de desesperación y tristeza silente que nos iba consumiendo a mi pareja y a mí. En el trabajo todo iba “viento en popa” y cada día me gustaba más. Aún así, dentro de mí, había un vacío infinito y una despedida eterna. La inminencia de un fin que aún no reconocía. Quizás solo esperaba una señal. Quizás aún no tenía el valor de enfrentarlo.

Como siempre, en los grupos grandes, el tiempo conformó una camarilla de compañeros afines. Entre ellos mi prima (jejejeje siempre hay una prima) y el tipo aquel de los chistes, aquella imagen a trasluz en el ocaso. Nos íbamos siempre juntos, sobre todo en las noches cuando salíamos tarde y yo me sentaba en el último asiento de su Jeep. Callada e introvertida como suelo ser, pensando… Quién escribió esa nota en mi cuaderno?

Aquel tipo y yo, nos hicimos amigos. Muy buenos amigos. Me sentía tan cómoda con él que hasta me atrevía a hablarle de mí y de las cosas que normalmente no cuento. Su historia se parecía a la mía. Su vida, se parecía a la mía. Sentía que lo conocía desde hacía mucho tiempo. Creíamos en lo mismo. Buscábamos lo mismo?

Una tarde, la angustia me hacía un nudo en la garganta. Iba en el autobús rumbo a mi trabajo y miraba el reloj compulsivamente, como si de aquella manera absurda pudiera hacer que se detuviera o que el chofer se apurara. Casi llegando a Punta de Piedras, en la parte más alta de “La Subida del Águila” desde donde se puede ver el muelle, ví que el “Concepción Mariño” apenas despuntaba en el horizonte y calculé unos 45 mins para que llegara al muelle. El alivio que sentí en ese momento me dejó atónita y comprendí mi estrés, la angustia anterior, el mal humor, la desesperación. Todo aquello era porque si llegaba tarde, no tendría oportunidad de verlo. Eso era todo. En ese momento, entendí. Epa! Qué es ésto? Aquí pasa algo… Y mi corazón se detuvo.

Nunca más lo miré igual.

Yo le había escrito una carta a aquel tipo, donde le explicaba lo significativo que era para mí la amistad que había nacido entre nosotros, porque había sido determinante a la hora de tomar una decisión que me permitiera reconstruir mi vida. Y así fue. Aunque no le daba detalles de lo que sentía realmente. A partir de ese momento, siempre leía mis relatos, mis poemas, mis cuentos, porque escribir siempre fue mi hobby.

Un buen día, vino de su mano, por fin una carta para mí. Cuando la recibí las manos me temblaban y casi no podía respirar. Con los ojos llenos de lágrimas y el corazón volcado de emoción, reconocí aquel pulso, aquel puño, aquellas letras uniformes y puntiagudas. Las mismas letras del bolero que apareció en mi cuaderno… Había sido él…

Continuará…