10 diciembre 2008

Deuda

Cuando me gradué de bachiller tenía apenas 16 años ¡Dios mío! 16 años... Estaba enamoraaaaaaada. Pensaba que no me alcanzaba la edad ni el tiempo para nada. Lo peor del caso era que estaba convencidísima de "que estaba clara". Quería graduarme en la universidad, sí. Siempre me gustó el estudio y como siempre fui también muy competitiva, sobre todo conmigo misma, no sólo me gustaba estudiar sino que además buscaba destacarme. Me gradué de bachiller con un promedio buenísimo... pero... ¡qué me importaba! No tenía ni siquiera una noción cercana de lo que eso significaba ¿Para qué? Ya tenía entre ceja y ceja que me iría a estudiar a Barcelona para estar cerca del "amor de mi vida" y no necesitaba el promedio para eso. Sólamente en algo no me equivoqué: sí era el amor de mi vida.
Apenas hicimos el acto de graduación y la gran fiesta, me fui a Barcelona...
¡Cuántas experiencias! ¡Cuántas amistades! ¡Cuántas locuras! ¡Cuántas despedidas y cuántos regresos!
Han pasado 19 años... ¡19 años! Se dice fácil. Estudié en dos institutos tecnológicos, una universidad pública y una de libre enseñanza. Resultado: 3 carreras emprendidas ¡y ninguna culminada!
Y no estaba equivocada, no. En el fondo sabía cuál era el problema...
Y de pronto, un nuevo intento. Por no dejar. Para probar suerte. Entré en el sistema, llené mi solicitud e hice "click" en "Guardar". Eduardo me llevó a validar la planilla y una mañana, unos meses después, estaba ahí: "Usted ha sido seleccionado... Por favor verifique sus datos..."
¡No puedo describir lo que sentí!
Aún, hoy en día se me aguarapan los ojos y el corazón me late rapidito.
Fui a inscribirme y comencé mi semestre muchísimo antes de lo que creía. Tenía mil rollos encima: ¿Cómo hago con el trabajo? ¿Quién recoge a Carlitos en el transporte? ¿A qué hora podré estudiar? ¡No tendré ni tiempo de dormir! Aaaaaaaaaaaaaaaahhhhh... Todo se resolvió. Una cosa tras otra. Mis jefes me apoyaron encantados. Mi esposo maravilloso ni se diga. Carlitos, bueno... Carlitos... XD
Y las clases... Diooooos, soy tan feliz de entrar y salir de esos salones. Soy, quizás la más vieja del grupo ¡Tengo compañeros de clases de 16 años! He tenido que enfrentar tantas cosas nuevas. He tenido que enfrentarme incluso a mí misma y vencer la inercia de mi cerebro oxidado. Pero soy feliz ¡Me sorprendo a mí misma atendiendo las clases con la sonrisa embobada y los ojos aguados! Todo es tan distinto a cuando lo intenté tantas veces antes. Quizás la madurez, la experiencia, el deseo... Pero creo, sobre todo, que lo que hace esta experiencia tan maravillosa, ha sido la reconciliación conmigo misma. Me estoy pagando una deuda que contraje conmigo misma cuando inscribí las 3 opciones de carreras en la OPSU, la primera vez. Estoy reivindicando mi propia traición.
No me arrepiento de nada de lo que he hecho en mi vida y no existe un sólo motivo en el mundo por el que no pueda dormir tranquila en las noches, así que encaro esta empresa, este compromiso y la construcción de este sueño, con toda la alegría que puedan imaginar.
Anoche le decía a mi mejor amigo: "Sabes que es lo más maravilloso que he descubierto en la Universidad hasta ahora? Que contrario a lo pude llegar a creer en algún momento, no necesitaba replantearme sino amar mis ramas torcidas. Entregarme a ellas. Dejar de podarlas y disfrutar de su sombra..." No escribiré su respuesta... Pero sí les diré que tiene razón... ¡Estoy más frodosa que nunca!
((Suspiro))
Lo malo es que pasado mañana salimos de vacaciones :( ¡Qué rápido pasa el tiempo cuando hacemos algo que verdaderamente nos gusta!

08 diciembre 2008

Manguareando

Hay días en los que me provoca, muy especialmente, hacer lo contrario a lo que debo. Por ejemplo, los lunes como hoy... Ya sé que debo que levantarme, desperezarme del fin de semana e iniciar con buen ánimo la que comienza. Ya sé y por lo general no me cuesta hacerlo. Siempre he sido así, un poco obsesiva con algunas cosas. Pero, hoy... Hoy...

Hoy particularmente me levanté tarde, me bañé con parsimonia a pesar de la hora que era cuando logré despegarme de mi camita. Hoy, era tarde y estaba lloviendo. Me costó un mundo salir de la casa. La hora no me hizo ni cosquillas. Me maquillé y me tomé el café como si aún tuviera tiempo. Salí cuando escampó un poco y no a pesar de la lluvia porque, ahora que recuerdo, no trabajo en el correo americano... Hoy hice cola para comprar un ticket en el Metro y no me molestó que faltando tres personas para que llegara mi turno y después de esperar unos diez minutos para que llegara a la taquilla, abrieran la ventanilla de al lado y toda la cola detrás de mí fuera atendida primero que yo. No me estresó llegar hora y media tarde a mi trabajo y encima, llegar y ponerme a escribir.

Hoy es Lunes, 08 de Diciembre de 2008. Es día de la Inmaculada Concepción (siempre lo celebrábamos en mi colegio). Hoy amaneció lloviendo. Tengo muchas cosas pendientes de resolver aquí en la oficina y en casa... Pero hoy... Hoy no tengo ganas de darme mala vida por nada.

Es que hay días en los que amanezco así ¿Por qué no se darán más a menudo?

Cambio: bendita señal de vida

Sin aspavientos ni ruidos... sin bombos ni platillos...

Todos sabíamos que esto iba a suceder tarde o temprano. Sobre todo yo y aquí estoy.

Hace poco más de tres meses sucedieron estos cambios, unos tras otros, como ráfaga de metralleta y mi pobre "yo" quedó con la camisa agujereada y tambaleante. Mas las mañas me sostuvieron y aquí sigo. De nueve, no sé cuántas vidas me quedan ya, pero ha sido muy curioso revisarme la pelambre y darme cuenta de que ni una sola de aquellas balas llegó a rozarme. Este lugar no se salvó de los cambios. Exorcisado el espacio y desempolvados los rincones, vuelvo a habitarlo.

Ha sucedido mientras no andaba por acá, que me hice estudiante otra vez, que enfrento una nueva mudanza, que creció la familia, que cambio de trabajo y que estoy haciendo malabares para hacer todo lo que quiero pero por sobre todo, ser de una vez por todas todo lo que soy.

Así andamos los gatos... sin hacer ruido, pisando suavemente sobre felpa o sobre piedra, cayendo siempre de pie y al acecho.

Heráclito, decía: "En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos]"