30 marzo 2007

Paciencia... sólo faltan dos días!


Seré sincera… No recuerdo cómo la conocí, ni la primera vez que la ví, ni si nos presentaron o no. Aunque esto último lo dudo, porque con lo “salía” que es, seguramente se puso a conversarme o quién sabe qué me pidió. Lo que sí sé, es que de eso hacen más de diez años.
Trabajábamos juntas. Para mí, era una más. Si hay alguien en el mundo antipática, pedante y reservada, esa soy yo. Pero no sé por qué, a Ella, le caí bien. Me invitó a su casa. Fui. No recuerdo con quién, pero desde que puse un pie en su casa, ésta se convirtió también en la mía. Olga, Carlos, Luis A. y Luis E., me hicieron desde el principio una más de ellos y Ella se convirtió desde aquel día en la mejor amiga que he tenido en toda en mi vida.
Dormíamos, comíamos y hasta nos bañamos juntas. Juntas, íbamos al trabajo. Juntas, nos quedábamos en alguna esquina (bar, festejo o licorería) bebiendo cervezas con los panas (ja, ja, ja, ja, si me vieran mis amigos del Country). Juntas íbamos de compras, atendíamos a nuestros chamos, nos enamoramos y nos despechamos. Juntas, nos tomamos una caja de cerveza en el porche de su casa mientras descocíamos a las víctimas de turno y nos burlábamos del amor. Juntas nos quedamos dormidas cuando vimos "Titanic". Juntas, íbamos a los conciertos de la Sinfónica del ENE porque nos gusta la música clásica y además, su novio era el que soplaba la tuba... ja, ja, ja, ja. Éramos tan iguales que terminábamos siendo diferentes. Somos tan diferentes que terminamos siendo igualitas.
Ella me equilibra. Mis problemas y grandes tormentos, son un chiste en su boca. Es práctica, realista, pragmática y concisa. Es la antítesis del romanticismo y los detalles. Nunca recuerda una fecha y me pide que la llame el día anterior a mi cumpleaños para recordárselo y aún así, lo olvida. Lleva AÑOS haciéndome la misma pregunta: - Friend, cómo es que se llaman los que cantan "More than words"?... Donde yo pongo (y exijo) órden, Ella pierde sus lentes. Donde yo lloro, Ella se ríe. Donde Ella llora, es mejor que yo no lo haga.
Ella es espontánea, confiada, conversadora, afable, chistosa y desenvuelta. Yo, soy reservada, callada, cerebral, cauta y contenida. En Ella, las dietas comienzan cada mañana y mueren con la merienda. Sus ejercicios siempre se quedan en la mente. Su determinación de dejar de fumar, dura lo mismo que el último cigarrillo. Le gusta todo, pero es difícil saber qué le gusta realmente. Es indiscreta y lo único que le falta son complejos. ¿Pena? Pena son dos letras (pe) y lo demás es Ná! Cuenta los chistes por la mitad, porque la otra mitad se le olvida, pero su gestos y sus expresiones son ya bastantes graciosos. Ella me hace reír. Ella me hace pensar. Me devuelve los pies a la tierra. Es mi ancla. Se burla de mi romanticismo y mis cursilerías, pero yo la he visto llorar de emoción!
Con Ella, puedo hablar de cualquier cosa; de hombres, de mujeres, de sexo, de libros, de cine (aunque tiene muy mala memoria), de teatro, de cocina, de mecánica, de la crisis mundial, de cualquier cosa! Con Ella, solo una cosa es imposible para mí: Aburrirme.
Ella y yo nos complementamos. Yo pienso, Ella habla (las palabras largas me las deja a mí). Si fuéramos delincuentes, yo sería la autora intelectual y Ella la perpetradora. Hacemos equipo. Ella me obligaba a hacerme pedicure; yo, la obligaba a preparar filet mignon. Yo le seco el pelo y la maquillo; Ella me soluciona todo con su capacidad de simplificar lo que yo complico. Ella me manda mensajitos al celular y si no le respondo, me dice: -Ya no me quieres? Y yo, le contesto: - Ay! Qué gafa!... Pero, la cursi, soy yo.
Eso si... Ella es tan apasionada como yo. Por dentro es puro fuego. Consigue lo que quiere como sea, aunque para ello se lleve a cualquiera por delante (incluyéndome). Cuando se enamora, se enamora y enloquece, y de enamorarse a casarse pueden serle suficientes tres meses. El divorcio, le tarda un poco más... tres años, por lo menos. Ella sabe lo que quiere, lo que busca y cómo conseguirlo. Se deja llevar por las pasiones, buenas o malas, después verá. Así soy yo. Por eso nos queremos (entendemos) tanto. Esto nos separó por tres espantosos años. Pero, como dice Mecano, la fuerza del destino, nos hizo repetir.
Hace meses que no la veo y hace dos años no compartimos como antes. No estamos juntas como solíamos estar. Ahora vivimos lejos. Pero, esto terminará en un par de días. Por poco tiempo y con el tiempo contado, pero aún así, nada en el mundo puede impedir que se me escapen un par de lágrimas mientras escribo esto, mientras pienso en cuando por fin pueda abrazarla el domingo al llegar, mientras recuerdo tantas cosas!
Ella es Marianella. Mi Amiga del Alma. Mi Hermana del Mundo. Ella llega el domingo y yo, parezco una carajita brincando en una pata... Es que la quiero tanto!
Besos que ladran!

20 marzo 2007

CTF, PNI, CYS





A principio de los ochenta, mi colegio tuvo el privilegio de formar parte de un programa educativo que llevaba por nombre, nada más y nada menos, que Aprender a Pensar. No sé, si esto era iniciativa de los colegios privados o de la educación católica – yo estudié en un colegio parroquial – o era iniciativa del gobierno de la época. De hecho estuve buscando alguna información en Internet y no encontré mucho (aunque, tampoco es que sea muy buena yo, haciendo esas cosas). El hecho es que esta fue una de mis asignaturas durante quinto y sexto grado.

Aprender a Pensar, era una asignatura especial: no habían tareas, no habían parámetros de corrección, las actividades no eran evaluadas en una escala de notas del 01 al 20, como las demás y cualquier cosa que dijéramos o hiciéramos, no era juzgada bien o mal, sólo las discutíamos y cada quien sacaba sus propias conclusiones (excepto cuando trabajábamos en equipo, donde debíamos llegar a un acuerdo y la consecuente aprobación o desaprobación concertada de la decisión a tomar).

En esta materia, nos enseñaban a discernir. Nos enseñaban técnicas y estrategias, para pensar, evaluar, analizar situaciones y tomar decisiones. Los ejercicios consistían en eso. La Guía (en este caso no era la “Maestra” sino, la Guía) nos planteaba una situación y nosotros teníamos que evaluarla y exponer luego, de qué manera la enfrentaríamos, según nuestros propios criterios. Por eso, nada era catalogado de Bueno o Malo, simplemente eran puntos de vista, que discutíamos en clases y aprendíamos a valorar y respetar.

Aprendí técnicas para hacer frente a las circunstancias que aún hoy en día pongo en práctica: CTF PNI CYS.

CTF, quiere decir: Considerar Todos los Factores. Esto es, hacer cuenta de cada cosa que influye en determinada circunstancia, bueno o malo, tengan o no qué ver con nosotros mismos, lo que podemos hacer para enfrentar esa circunstancia y el modo en que nos afectaría, incluso si afecta a otras personas y cómo. Son factores, por ejemplo, el tiempo, la economía, los sentimientos, las relaciones personales, las autoridades, las leyes, etcétera.

PNI, quiere decir: Positivo, Negativo, Interesante. La lista obtenida al Considerar Todos los Factores, los clasificaremos en estos tres grupos. Esto nos ayudará a evaluar y tomar una decisión, de ser el caso, según lo que a nuestro criterio nos parezca la mejor opción. En algunos casos, nuestra lista de aspectos Positivos superará a las listas de Negativo e Interesante, lo cual podríamos considerar como conveniente, para nosotros. Ahora bien, si la lista de aspectos Negativos, supera las otras dos, pues, es mejor pensarlo dos veces o desistir. A mi, particularmente, me gustaba cuando la lista de aspectos Interesantes superaba las otras dos, pues las alternativas para elegir se ampliaban. Yo me guiaba respecto a la segunda lista de aspectos más larga. Es decir, aún cuando la lista de aspectos Interesantes superara las otras dos, si la lista de aspectos Negativos le seguía en amplitud, significaba para mí que estaba arriesgando más de lo necesario o estaba argumentando mis criterios a la ligera. Era cuestión de Pensar mejor las cosas.

CYS, quiere decir: Consecuencias y Secuelas. El análisis no terminaba ahí… Una vez dilucidados los factores que derivaban de la situación que analizábamos y clasificados luego estos factores según sus aspectos positivos, negativos e interesantes, debíamos someter nuestra elección a una prueba más: Considerar las Consecuencias (resultados o efectos que podría tener nuestra elección a corto plazo) y Secuelas (resultados o efectos secundarios que podría tener nuestra elección a largo plazo).

Una vez que evaluábamos todos estos aspectos, discutíamos en clase los puntos de vista de cada quien y participábamos, aportando ideas, consejos o simplemente reíamos de las ocurrencias de algún compañero. Eso si, dentro de cada quien, quedaba la satisfacción de sentir que habíamos tomado una decisión correcta o el firme propósito de pensar mejor las cosas la próxima vez. Nos quedaba la disposición de Pensar y Aprender a hacerlo.

Hace unos días, frente a una oportunidad que se nos presentó a Eduardo y a mí y en la que no lográbamos ponernos de acuerdo, saqué papel y lápiz de mi cartera y le dije:
- Mira, chico, esto lo vamos a resolver así: Vamos a aplicarle un CTF, un PNI y un CYS a esto, luego comparamos tus criterios y los míos y del resultado, decidimos qué hacer.

Por supuesto me miró como gallina que mira sal… Pero accedió. Resultó. A la final, teníamos más puntos de vista en común de lo que pensábamos. Teníamos además los mismos temores. Descubrimos que ambos somos más osados de lo que el otro esperaba. La decisión fue tomada y funcionó, está funcionando y si más adelante algo sale mal, al menos sabremos que fue una decisión tomada a conciencia, asumida con convicción. De todos modos ya le echamos un vistazo a los aspectos negativos y fue nuestra elección, asumir esos riesgos.

Esto, se lo he enseñado a Christian y se lo enseñaré a Carlitos. No es la panacea a todos los problemas, pero es útil y qué interesante sería que nuestros hijos, en sus escuelas, tuvieran la oportunidad de compartir y recibir este tipo de herramientas, útiles, prácticas, palpables y factibles. Ojala, en la escuela, les enseñaran a Pensar, además de Aprender!
Hoy, las comparto con ustedes.
Besos que ladran!

13 marzo 2007

La Señal Necesaria...

Cuando las circunstancias me acorralan y la vida parece que se me hace chiquita, hecho mano en mi zurrón y me hago de las herramientas que la experiencia me ha otorgado para defenderme. La fe en mi misma y en la propia vida, el trabajo, el esfuerzo, el amor, la esperanza, el aprecio por el sentido humano y el divino de las cosas son armas que nunca me han fallado y cuando casi olvido, que cuento con todo este arsenal, siempre consigo algo o alguien que le recuerde.

En momentos realmente cruciales de mi vida, es cuando más aprendo y es cuando más dispuesta estoy a hacerlo. Ahora mismo atravieso por uno de esos momentos que aunque todos llamarían “Difíciles”, yo los llamaría “Mágicos”.

Cada vez que he pasado por un momento mágico, han quedado grabados a fuego en mi memoria, comentarios, palabras simples, consejos sabios. Mi papá por ejemplo, me enseñó muchas cosas, pero lo que más recuerdo es que siempre me decía: “Hija, no se puede dejar de amar a Dios, por amar a Dios”. Un amigo, que quiero muchísimo, me dijo una vez: “Concéntrate en lo que puedes hacer; no pierdas el tiempo en lo que pueda pasar”. Una de las personas más importantes de mi vida, me aconsejó hace tiempo: “Tú: vista al frente, paso firme y mala voluntad”. Cuando lo escuché, me hizo ruido la última parte –mala voluntad- y le repliqué, pero me aclaró: “No la practiques, pero espérala.” Una vez, frente a cierta encrucijada por un asunto laboral en el que debía tomar una decisión que podía cambiar mi vida y que me tenía muy confundida y desorientada, me plantaron frente al edificio una valla que decía: “La felicidad no consiste en hacer lo que se quiere, si no, en querer lo que se hace” Esa, creo que es de Henry Ford… Podría pasar una eternidad mencionando cosas, así que saltaré a la última: para el momento en que esta persona me dijo esto, era para mí un perfecto desconocido pero me devolvió la esperanza instantáneamente “¿Sabes cuando es más oscura la noche? Cuando está a punto de amanecer”. Por supuesto ¡ya no es tan desconocido!

Siempre he tenido suerte, definitivamente, soy una mujer con suerte. El fin de semana pasado, volvió a ocurrir. Aunque el momento mágico no termina (yo diría, más bien, que apenas empieza) ya sucedió que cuando sentí flaquear mis fuerzas, encontré fortaleza donde nunca antes había metido la mano. Cuando saqué aquel papel, entre cosas que estaban destinadas a la basura, no pude evitar leerlo, tan solo por el simple hecho de tener estructura de poema. Luego, al terminar, secarme las lágrimas y estirarme el corazón a fuerza de respiración profunda, recordé que esa fotocopia me la dio mi suegra hace años y que en aquel momento, solo me limité a darle las gracias y decir que estaba muy bonito. Pero nada más. No significó nada para mí y ahora entiendo por qué: En aquel momento, no lo necesitaba.

Actualmente, es una de las cosas más poderosas que ha caído en mis manos, en un momento mágico, una señal necesaria para descubrir que lo tengo en frente no es más que una nueva oportunidad…

LA BUENA PALABRA
Casi he rodado al fondo de la sima…
- Tú que me escuchas, mi enseñanza aprende:
Nunca seas la espada que lastima.
Sé, tan sólo, la espada que defiende.

Nunca hieras. El hombre cuando hiere,
Tortuoso intento de matar delata.
Llama pura es la sangre del que muere.
Humo negro, la sangre del que mata.

Si te ciega el rencor, vuélvete heroico.
Huye de los demás, busca el encierro.
Y hazte en tu grave soledad de estoico,
Recto como una vertical de hierro.

Un agua fresca de perdón de hermano
Vuelca en el odio de carbones rojos.
Con sus cenizas, límpiate la mano,
Y lávate con lágrimas los ojos.

Esta es La Buena Palabra, La Señal Necesaria, El Momento Mágico...

Besos que ladran!

07 marzo 2007

A veces escribo cuentos...

Pero no me salen como los que leí en mi infancia...

La Princesa de este cuento no tiene largos cabellos dorados ni usa vestido, a menos que las circunstancias lo ameriten. Las zapatillas de cristal las dejó encerradas en el cajón de los paradigmas porque le maltratan los pies y no le permiten correr tan rápido como quiere volar. Además, siempre pierde una, que después encuentra un fulano que se hace llamar Príncipe y luego pretende cobrarle el corazón como recompensa.

La Princesa de este cuento, vivió encerrada en un sótano. Sin puertas, ni ventanas. En total negritud. Sus ojos no tenían color, porque nunca había visto alguno. Porque siempre los cerró para no ver la nada de la oscuridad. Su piel era tan pálida que a trasluz podían verse los deltas de fuego que irrigaban su cuerpo y la protegían del frío de la soledad. Pero ella… ¡já! Ella sabía que aquel espacio mínimo no era el mundo. Que había algo más allá aunque nunca lo había visto. Lo había soñado y anhelándolo, aprendió a leer el Braille de las paredes de aquel claustro superando la ceguera que produce la ignorancia. Su corazón se deshacía a pedazos. Estaba mohoso y raído. Descompuesto por la humedad de las lágrimas que erosionaban las paredes y su alma. Sus manos eran simples sombras y su voz era solo un murmullo.

La Princesa de este cuento despidió a su Hada Madrina, porque todo lo solucionaba de la misma forma. El dolor del corazón o el de cabeza, una rodilla raspada al tropezar en la penumbra, la espalda torcida, un callo, tortícolis, dolor de oído, de muela o una verruga. Lo que fuera, pretendía curarlo con el mismo remedio. El hambre, la sed o el frío y hasta la miseria, la pobreza o cualquier guerra mundial. Siempre el mismo remedio: ella blandía si varita mágica y la cubría con un bonito vestido infestado de lazos, zapatillas y mejillas rosadas. Luego la hacía esperar por unPríncipe”. Según su Hada Madrina, los Príncipes lo curan todo. La torturaba a fuerza de remedios caseros y “Pare de Sufrir”. La hacía besar sapos o ponía guisantes bajo su colchón. La obligaba a soportar el aliento de un dragón o le presentaba una bestia que ella debía amansar hasta convertirlo en caballero. La vestía glamorosamente y, cuando no pretendía que lo esperara dormida durante 100 años, la enviaba a seducir al fulano en algún baile plagado de otras Princesas tan bonitas como ella, pero con zapatos más cómodos ¿Quién puede bailar con unos zapatos altos y de paso de cristal? La pobre Princesa, si no partía un tacón y se cortaba, era vencida por otra Princesa más nice. El hecho era que a la final siempre volvía con un solo zapato y días después, aparecía un baboso con el otro par reclamando matrimonio por recompensa.

Un día, la Princesa de este cuento, sintió pasos en la escalera. Su corazón brincó de alegría y Miedo. Pero se aferró a la alegría y sepultó lo otro con las cenizas del deseo que ardía dentro de ella. Se quedó más calladita que nunca y esperó inmóvil cerca de la puerta color oscuridad. Bueno, allí todo era color de oscuridad. El hecho es que esperó. Su corazón saltaba con cada paso que escuchaba y sentía que terminaría de deshacerse. El pulso retumbaba en las paredes de su cuerpo. El fuego corría por sus extremidades incendiando a toda prisa todos los sueños inflamables que encontraban en su interior. Tun, tun, tun, tun. Estallaría si no sucedía algo pronto.

Algo rechinó y sintió, casi instantáneamente que sobre su espalda se posaba una caricia distinta. El sobresalto la obligó a darse vuelta y se encontró de frente con un intenso resplandor. Estaba desprevenida y a pesar de sus ojos cerrados y sin color, la luz llegó hasta su corazón sanándolo de un solo toque. No pudo resistirlo y despegó un párpado y otro párpado para descifrar de qué se trataba aquello maravilloso que sentía.

Tardó un poco en acostumbrarse. El frío encierro se tornó cálido y verde. Un color apareció tras otro. Corrió y, de un salto, alcanzó a sostenerse del umbral. Todo era como lo había imaginado. Podía olerlo, oírlo y admirarlo. Era el mundo que había más allá. En ese entonces creyó que era feliz porque existía. Sus sueños cambiaron. Ya no sólo imaginaba al mundo. Ya sabía que estaba allí. Ahora soñaba con tocarlo. Con recorrerlo. Con poseerle y hacerlo suyo.

Cada mañana, abría los ojos lentamente para disfrutar de la luz penetrando sus pupilas, despertando sus pensamientos y sus sensaciones. Su corazón rebosaba de alivio y esperanza. Pero un día despertó abruptamente. Un día despertó de sobresalto. Nuevos pasos. Nuevos ruidos retumbaban las paredes de su alma y quebraban los cristales de su soledad. Un estruendo ensordecedor le obligó a cerrar los ojos y a encogerse de susto dentro de su propia piel. Temblaba, pero desempolvó su corazón de guerrera y decidió encarar lo que no conocía. La curiosidad y los anhelos son infalibles armas. Cuando recuperó la conciencia y miró a su alrededor ¡era libre! La puerta estaba abierta y el mundo era suyo.

¡Qué cuentos ni qué ni Príncipes de ningún color! ¡Chao, claustro! ¡Adiós, espera! Y voló…

Vivió. Por primera vez vivió. Rió, corrió, bailó con el viento que le cantaba a través de las paredes. Aprendió a escribir con los dedos en el agua y con los labios en las pieles. Acarició, sintió, vibró. Descubrió su cuerpo y su alma. Titiritó de frío y se desvistió de calor. Aprendió que el calor existe afuera pero arde por dentro. Que otra piel puede sentirla. Que puede sentir otra piel. Era libre de sentir lo que quisiera y cuanto quisiera e incluso de elegir si lo tomaba o lo dejaba. La Princesa de este cuento sintió cansancio algunas veces y se hincó con abrojos otras tantas, pero siempre a la final consiguió lo que quería. Era libre, con dolor o sin él.

Un día le habló un Eco de Grandes Colmillos y Ojos Grises y le predijo que su tiempo terminaba. Que el final de aquella historia, era volver a su claustro. La Princesa de este cuento lloró inconsolablemente. Su corazón comenzó a erosionarse otra vez. La humedad empañaba el cristal de sus ojos. Comenzó a perder el color. Lloraba a la sombra de un árbol y no veía la claridad, asustada de perderla. Esperen un momento…

La Princesa de este cuento escuchó cuando escribía esa línea y me interrumpió al instante. Clavó sus ojos transparentes en mi y me gritó (es que, olvidaba decirles que tiene mal carácter). En fin, me gritó:

- ¿Asustada de perderla? ¿Asustada? ¡Ajá! Te atrapé… eres tú una vez más. Tú, inmundo Miedo. Tú eres quien cerraba la puerta, quien cerró siempre la ventana. Tú pintaste mis ojos de negritud y oscuridad. Siempre fuiste tú. Pues, ahora, devuélveme a tu cárcel, si es que puedes. Alcánzame si es que puedes volar tan alto como yo, total, ya no uso zapatillas de cristal y no creo en ti ¡por traidor y mentiroso!

La Princesa de mi cuento echó a volar y escapó. He tratado de alcanzarla pero es imposible. Ya me vence el cansancio y el Miedo es tan viejo que ya no tiene tantas fuerzas como aparenta ¿Quién vuelve a encerrar ahora a esa Princesa en su sótano de cristal?

¡Mi rindo! Mejor que se vaya ¡Con ese carácter que tiene!
- Ven, mi pobrecito Miedo... Ya, déjala ir ¡Quizás se case algún día y se le quita lo Valiente!
Y vivieron intentándolo para siempre... Fin
Y Besos que ladran...