ADVERTENCIA: Reseña sólo para realmente interesados...
Pre-evento: ¡Empezamos con buen pie!
Desde que adquirí la entrada el día anterior, la ansiedad hizo flequillos deshilachados mis nervios. Muchas expectativas y además, la primera vez en muchos aspectos: primera vez que asistiría sola a un concierto (antes me habían dejado sola en la entrada, pero ese es otro cuento); primera vez que iba al Aula Magna; primera vez en VIP; primera vez que lo vería a él y además ¡tan cerca!; primera vez que 12 segundos de oscuridad duran lo que dura el recuerdo de un beso (que puede darse también en 12 segundos)… Y ocurrió.
Ahí estaba yo, entrada en mano, puerta 1, fila D, asiento 38… Cerca de mí (digo yo que por el área que me tocó) una cámara de televisión, una entrevistadora y dos entrevistadas. De pronto se les une él. Un tipo no muy alto, camisa blanca, blue jeans, cabello canoso ensortijado y voz deliciosa… - ¡Es él! ¡Ahí está! Guao… comenzamos bien… ¿Le digo? ¿No le digo? – El corazón me latía a mil por horas. En mi bolso “Rayuela”: ¡Ahora o nunca! En menos de lo que tardé en pensarlo, me sorprendí llamándolo al hombro. En los 12 segundos de claridad que tardó en voltear, cierta vocecita interior me preguntó escandalizada: - ¿Pero, qué estás haciendo? Por fortuna, volvieron mis 12 segundos de oscuridad y sonreí amplísimamente cuando sus ojos encontraron los míos -¿Firmaría mi libro, por favor? Los 12 segundos de claridad tan solo volvieron para preguntarle por el suyo, para agradecerle, para felicitarle por su programa y por su participación en el recital de poesía en el que lo vi unos días antes. Desde mis 12 Segundos de oscuridad nos despedimos con un apretón de manos (la de él firme como sus letras, las mías temblando más allá de los dedos) y ¡un beso! ¡Mi Rayuela firmado por Leonardo Padrón! (Perdón, Julio) Casi brincaba de la emoción… y olvidaba ¡la cola!
Cuando entré a la sala, 12 segundos de claridad… ¡Guao! Finalmente te veo… ¡Villanueva, mira qué hermosura! Esas son las famosas nubes… Me quedé parada en medio del pasillo mirando todo a mi alrededor, el techo, las butacas, el escenario, las puertas, la alfombra… no podía creer que estuviera parada donde estaba parada.
Ubiqué mi asiento… mejor, imposible. Delante de mí, Leonardo. Sonreía de alegría. Al lado, otra sola que me contó de Drexler hasta lo incontable. Del otro lado, dos solas más que me sorprenderían más adelante con gemidos propios de una situación muy distinta a la que nos encontrábamos. Ninguna “pelúa” y ningún "alto" frente a mí que me estropeara la privilegiada vista del escenario…
Evento: “Guitarra y vos(z)”… ¿Guitarra y vos(z)?
Después de media hora de retraso, se apagaron las luces. Roque Valero, su pianista y violinista (perdón, olvidé sus nombres en medio de algunos de mis 12 segundos de oscuridad) salieron. El público los recibió con euforia. A decir verdad, sólo un par de canciones de él han atrapado mi atención. Pero debo admitirlo, el niño se las trae. Impecable en sus interpretaciones, simpático y desenvuelto, es el mismo muchacho que suelo ver paseando en el Centro San Ignacio, sólo que esta vez, con guitarra y en escenario. Fue una sorpresa inmensa y agradable. Con razón Franco de Vita…
Tras despedirse con un tema que hacía clara alusión al artista al que precedía, tuvo que volver e interpretar una más y después de su salida definitiva, el parloteo (y mi impaciencia, lo admito) hicieron estragos en mí.
Un reflector azul se encendió. Su haz de luz azulada giraba de un extremo a otro en la sala. De fondo el murmullo ensordecedor de la gente que de pié iba y venía de un lugar a otro. La cola en el baño daba la impresión de que vendía azúcar ahí (¡qué mala costumbre!). Sonaba sólo el acorde inicial que prometía 12 de segundos de oscuridad tras el silencio del haz. Mi corazón se detenía durante esos 12 segundos. Volvía a latir en medio en la luz. No sé cuanto duró. Sólo puedo decirles que ya casi no respiraba cuando la puerta por la que salió Roque se abrió y en medio de la penumbra, una sombra caminó hacia el escenario (no supe en qué momento la gente se sentó e hizo silencio). El Aula Magna estalló en aplausos… era el electricista.
Revisó un par de cosas y salió, no sin antes hacer una reverencia por el aplauso recibido. Nuevamente el silencio. La oscuridad. Aplaudían silenciosamente los corazones. Las respiraciones se contenían. El haz del faro volvió a recorrer la sala. El acorde vibró una eternidad y finalmente… él.
Alto, delgado y ligero parecía contar los pasos de cien en cien mientras un río de aplausos, gritos, silbidos y emociones le escoltaban al centro del escenario. Tomó su lugar. Interpretó 12 segundos que oscuridad y abrió la llave de los suspiros y los sueños que sé que en los 50 que fuimos por las razones correctas, aún no se cierra.
Habló poco, pero como siempre con contundencia. Como buen caballero en la primera cita, no se presentó con las manos vacías y nos sorprendió con un detallazo inteligente y gentil: atreverse a regalarnos “El loco Juan Carabina”; una tonada de nuestro Simón Díaz, en tiempo de milonga. La piel se me erizó, no sólo porque se tratara de Simón Díaz, ni de ese tema, sino por el gesto temerario e incalculable que tuvo de Drexler.
Le sucedieron 14 temas antes de despedirse. El público venezolano lo sacó a ovaciones al escenario un par de veces más y completó 21 canciones en total, contando las que ya mencioné, de sus discos “Vaivén”, “Llueve”, “Frontera”, “Sea”, “Eco”, “Eco2”, “12 Segundos de oscuridad”, nos interpretó: Frontera, Dos colores: blanco y negro, El pianista del gueto de Varsovia, Sea, Causa y efecto, Eco, Todo se transforma, Guitarra y vos, Milonga del moro judío, Polvo de estrellas, Se va, se va, se fue, Fusión, Al otro lado del río (sin micrófono, sentado en el suelo, en el borde del escenario), La vida es más compleja de lo que parece, Disneylandia, Hihg and dry, La infidelidad en la era de la informática, Inoportuna, Soledad (tengo la leve impresión de que se me escapa uno). Quedaron pendientes (para cuando regrese que sé que le quedaron ganas después de lo vivido) cuatro temas que le pidieron insistentemente: Espejo de Luna, Deseo, Transoceánica y Don de fluir.
Momentos cumbres:
El reflector y las veces de faro que hizo paralizar mi corazón; la salida del electricista; la interpretación de “El Loco Juan Carabina”; el momento en que se sentó en el borde del escenario para cantar a capella “Al otro lado del río” y que se le dedicara a Roque Valero (¡Guao!); El momento en que se puso los lentes para cantar uno de sus temas más difíciles: “Disneylandia” (me mató); el momento que instruyó al público para que en vez de aplaudir, lo acompañáramos con los dedos y en tiempo de 2/4 porque no había humanidad que resistiera hacerlo durante los más de tres minutos que duraba la canción; el eco que él hacía del eco del público en el coro de “Eco” (esto parece una frase espiral de sus canciones); el coro hermosísimo y afinado de “Soledad”; el momento en el que bajó la guitarra y nos preguntó: ¡¿De dónde se saben esas canciones?!; su rubor mientras, haciendo reverencias, se despedía de un público que le sorprendió, desvistiéndolo apasionadamente en “esa primera cita”.
Hoy, les escribo esta reseña para compartir con ustedes ese momento maravilloso desde estos 12 segundos de claridad que me regaló la luz de los 12 segundos de oscuridad de Jorge Drexler… ¡Bravo!
Besos que ladran!
PDT: No me parece justo que en un evento donde brilló la intimidad de un encuentro esperadísimo e indescriptible hasta el límite de las emociones entre Jorge Drexler y un público que lo anhelaba hace tiempo, la prensa nacional se haya limitado a reseñar su comentario respecto a su regreso a Venezuela y el caso de Alejandro Sanz. Todos queremos que él regrese, si. Todos queremos ver a Sanz en Noviembre, si. Todos queremos que cesen de una vez por todas, la arbitrariedad y el atropello, si. Todos queremos respeto por lo que somos, si. Pero también TODOS queremos ser informados veraz y oportunamente y no que se tomen con pinza los sucesos para emplearlos posteriormente en noticias de tilde distinto. Aún así, aún hay gente valiosa que sabe hacer su trabajo. Esta, me pareció una excelente reseña: http://www.eluniversal.com/2007/10/13/til_art_drexler-pidio-que-le_528815.shtml. Se las recomiendo.
4 comentarios:
¿No conocias mi Aula Magna? ¿viste que belleza? recuerdo mis dos graduaciones, el sonido del Himno cantado por el Orfeon Universitario como solo ellos saben hacerlo, los conciertos de Joan Manuel ...ya estoy como los viejitos con puros recuerdos de otros tiempos jajaja. Voy a ponerme a escuchar al Dexler porque realmente no lo he hecho. Un abrazo
esto es lo que suele ocurrir con los medios... lamentablemente aunque no nos guste, hay cositas que SON VERDAD!... eso no justifica nada de lo injusto que paso con ellos noooo...pero bueno...
amiguis, que me le pasa....esta perdidita de mi casita y yo que te ♥...jejeje
Queridísima Maileh... Gracias! Gracias por transmitir en esa breve reseña la intensidad que muchos (como yo) deseábamos vivir y no pudimos... Más que la frustración que hasta ahora arrastraba, tengo la certeza de que ustedes, esos 50, le dieron a él más esa noche de lo que él mismo esperaba y eso seguro bastará para que su deseo de volver lo arrastre hasta nosotros otra vez (a ver si por fin lo veo en vivo cara')
Besos!
Jeje, ¡yo también estuve allí! Y fue excelente el concierto, aunque quedé con ganas de escuchar "Horas" y "Transoceánico", la espera valió la pena. Me sorprendió tanto como a Drexler que tantas personas se supieran de memoria todas sus canciones y espero que vuelva pronto =D.
Saluditos!!
Publicar un comentario