07 marzo 2007

A veces escribo cuentos...

Pero no me salen como los que leí en mi infancia...

La Princesa de este cuento no tiene largos cabellos dorados ni usa vestido, a menos que las circunstancias lo ameriten. Las zapatillas de cristal las dejó encerradas en el cajón de los paradigmas porque le maltratan los pies y no le permiten correr tan rápido como quiere volar. Además, siempre pierde una, que después encuentra un fulano que se hace llamar Príncipe y luego pretende cobrarle el corazón como recompensa.

La Princesa de este cuento, vivió encerrada en un sótano. Sin puertas, ni ventanas. En total negritud. Sus ojos no tenían color, porque nunca había visto alguno. Porque siempre los cerró para no ver la nada de la oscuridad. Su piel era tan pálida que a trasluz podían verse los deltas de fuego que irrigaban su cuerpo y la protegían del frío de la soledad. Pero ella… ¡já! Ella sabía que aquel espacio mínimo no era el mundo. Que había algo más allá aunque nunca lo había visto. Lo había soñado y anhelándolo, aprendió a leer el Braille de las paredes de aquel claustro superando la ceguera que produce la ignorancia. Su corazón se deshacía a pedazos. Estaba mohoso y raído. Descompuesto por la humedad de las lágrimas que erosionaban las paredes y su alma. Sus manos eran simples sombras y su voz era solo un murmullo.

La Princesa de este cuento despidió a su Hada Madrina, porque todo lo solucionaba de la misma forma. El dolor del corazón o el de cabeza, una rodilla raspada al tropezar en la penumbra, la espalda torcida, un callo, tortícolis, dolor de oído, de muela o una verruga. Lo que fuera, pretendía curarlo con el mismo remedio. El hambre, la sed o el frío y hasta la miseria, la pobreza o cualquier guerra mundial. Siempre el mismo remedio: ella blandía si varita mágica y la cubría con un bonito vestido infestado de lazos, zapatillas y mejillas rosadas. Luego la hacía esperar por unPríncipe”. Según su Hada Madrina, los Príncipes lo curan todo. La torturaba a fuerza de remedios caseros y “Pare de Sufrir”. La hacía besar sapos o ponía guisantes bajo su colchón. La obligaba a soportar el aliento de un dragón o le presentaba una bestia que ella debía amansar hasta convertirlo en caballero. La vestía glamorosamente y, cuando no pretendía que lo esperara dormida durante 100 años, la enviaba a seducir al fulano en algún baile plagado de otras Princesas tan bonitas como ella, pero con zapatos más cómodos ¿Quién puede bailar con unos zapatos altos y de paso de cristal? La pobre Princesa, si no partía un tacón y se cortaba, era vencida por otra Princesa más nice. El hecho era que a la final siempre volvía con un solo zapato y días después, aparecía un baboso con el otro par reclamando matrimonio por recompensa.

Un día, la Princesa de este cuento, sintió pasos en la escalera. Su corazón brincó de alegría y Miedo. Pero se aferró a la alegría y sepultó lo otro con las cenizas del deseo que ardía dentro de ella. Se quedó más calladita que nunca y esperó inmóvil cerca de la puerta color oscuridad. Bueno, allí todo era color de oscuridad. El hecho es que esperó. Su corazón saltaba con cada paso que escuchaba y sentía que terminaría de deshacerse. El pulso retumbaba en las paredes de su cuerpo. El fuego corría por sus extremidades incendiando a toda prisa todos los sueños inflamables que encontraban en su interior. Tun, tun, tun, tun. Estallaría si no sucedía algo pronto.

Algo rechinó y sintió, casi instantáneamente que sobre su espalda se posaba una caricia distinta. El sobresalto la obligó a darse vuelta y se encontró de frente con un intenso resplandor. Estaba desprevenida y a pesar de sus ojos cerrados y sin color, la luz llegó hasta su corazón sanándolo de un solo toque. No pudo resistirlo y despegó un párpado y otro párpado para descifrar de qué se trataba aquello maravilloso que sentía.

Tardó un poco en acostumbrarse. El frío encierro se tornó cálido y verde. Un color apareció tras otro. Corrió y, de un salto, alcanzó a sostenerse del umbral. Todo era como lo había imaginado. Podía olerlo, oírlo y admirarlo. Era el mundo que había más allá. En ese entonces creyó que era feliz porque existía. Sus sueños cambiaron. Ya no sólo imaginaba al mundo. Ya sabía que estaba allí. Ahora soñaba con tocarlo. Con recorrerlo. Con poseerle y hacerlo suyo.

Cada mañana, abría los ojos lentamente para disfrutar de la luz penetrando sus pupilas, despertando sus pensamientos y sus sensaciones. Su corazón rebosaba de alivio y esperanza. Pero un día despertó abruptamente. Un día despertó de sobresalto. Nuevos pasos. Nuevos ruidos retumbaban las paredes de su alma y quebraban los cristales de su soledad. Un estruendo ensordecedor le obligó a cerrar los ojos y a encogerse de susto dentro de su propia piel. Temblaba, pero desempolvó su corazón de guerrera y decidió encarar lo que no conocía. La curiosidad y los anhelos son infalibles armas. Cuando recuperó la conciencia y miró a su alrededor ¡era libre! La puerta estaba abierta y el mundo era suyo.

¡Qué cuentos ni qué ni Príncipes de ningún color! ¡Chao, claustro! ¡Adiós, espera! Y voló…

Vivió. Por primera vez vivió. Rió, corrió, bailó con el viento que le cantaba a través de las paredes. Aprendió a escribir con los dedos en el agua y con los labios en las pieles. Acarició, sintió, vibró. Descubrió su cuerpo y su alma. Titiritó de frío y se desvistió de calor. Aprendió que el calor existe afuera pero arde por dentro. Que otra piel puede sentirla. Que puede sentir otra piel. Era libre de sentir lo que quisiera y cuanto quisiera e incluso de elegir si lo tomaba o lo dejaba. La Princesa de este cuento sintió cansancio algunas veces y se hincó con abrojos otras tantas, pero siempre a la final consiguió lo que quería. Era libre, con dolor o sin él.

Un día le habló un Eco de Grandes Colmillos y Ojos Grises y le predijo que su tiempo terminaba. Que el final de aquella historia, era volver a su claustro. La Princesa de este cuento lloró inconsolablemente. Su corazón comenzó a erosionarse otra vez. La humedad empañaba el cristal de sus ojos. Comenzó a perder el color. Lloraba a la sombra de un árbol y no veía la claridad, asustada de perderla. Esperen un momento…

La Princesa de este cuento escuchó cuando escribía esa línea y me interrumpió al instante. Clavó sus ojos transparentes en mi y me gritó (es que, olvidaba decirles que tiene mal carácter). En fin, me gritó:

- ¿Asustada de perderla? ¿Asustada? ¡Ajá! Te atrapé… eres tú una vez más. Tú, inmundo Miedo. Tú eres quien cerraba la puerta, quien cerró siempre la ventana. Tú pintaste mis ojos de negritud y oscuridad. Siempre fuiste tú. Pues, ahora, devuélveme a tu cárcel, si es que puedes. Alcánzame si es que puedes volar tan alto como yo, total, ya no uso zapatillas de cristal y no creo en ti ¡por traidor y mentiroso!

La Princesa de mi cuento echó a volar y escapó. He tratado de alcanzarla pero es imposible. Ya me vence el cansancio y el Miedo es tan viejo que ya no tiene tantas fuerzas como aparenta ¿Quién vuelve a encerrar ahora a esa Princesa en su sótano de cristal?

¡Mi rindo! Mejor que se vaya ¡Con ese carácter que tiene!
- Ven, mi pobrecito Miedo... Ya, déjala ir ¡Quizás se case algún día y se le quita lo Valiente!
Y vivieron intentándolo para siempre... Fin
Y Besos que ladran...

14 comentarios:

Bob dijo...

Terca la princesa, no?, pero por lo menos nadie le puede quitar lo valiente

Saludos

Dr. Bob

Carlos M. Roos T. dijo...

que bueno esta..!!! tu princesa fue muy osada, muy valiente, se merece que siga viviendo, despues de tanto claustro, como detenerla asi no mas...!!!
muy bueno esta..!!!
besitos mi bella copiloto..!!!
pero besitos de verdad..!!!

Cesar Vo dijo...

Ojala venga y te lleve con ella, tambien necesitas colores.

Un Beso,
CV

carola315 dijo...

Gatica que bien que te quedo, si quieres y me aceptas la sugerencia te recomiendo un librito muy cortico, Y Colorin Colorado Este Cuento Aun no se ha Acabado, la Vida no se acaba, hasta que se acaba de un escritor mexicano Odin Dupeyron, te vas a reir como loca de la forma en que escribe y narra la historia.

Pd.
Feliz Dia de la Mujer hoy y siempre GATICA ESCRITORA.

Gerardo Omaña Márquez dijo...

Ahora no!, Ahora no comentaré
ni quiero naufragar en el fondo de un vaso cuando la amistad puede ser un oceáno.
Hay una balsa esperando; y en tu balcon cantarán las primaveras.

Felíz dia mujer, Recibe un beso en tu alma.

Solo Palabras... dijo...

jajaja, una diosa la Princesa, ojalá el mundo tuviera más mujeres como ella capaces de mandar a los príncipes y y demás a la mierda.
Tu cuento me recuerda los que solía contar a mi hija de muy niña. Cuentos clásicos en versiones totalmente surrealistas, para amenizar la ocasión
Un cariño

Unknown dijo...

jajaja y la imaginaciòn voló en este post amiga!! :P

Jaime Bakulic dijo...

Estuvo muy hermoso! ^^

Y muy unamuniano el final ^^

Saludos :)

Y feliz dia (atrasado) de la mujer ^^

Jackie dijo...

Hay Príncipes que merecen un patadón.

asdf dijo...

Ídola la princesa!

Que nada ni nadie la detenga, que pueda volar y que nunca más el miedo se apodere de ella...

notable el cuento... y que no se diga que las princesas son tan delicadas, si todas las mujeres somos de carácter, eh!

besos!

Araceli J12 dijo...

Esa princesa vanguardista fue pionera de la liberación femenina :) y por cierto… ¿ como le hacia la princesa para domar dragones y bailar con príncipes si vivía encerrada en un sótano? :P.. Ya en serio, comprendo a tu princesa, porque una vez que se conoce la luz ¿ Quien desea volver a la vieja oscuridad...? Saludos…

Bexza dijo...

jajaja mamita, pero buscate la editorial... que cuento tan original loca...
Saludos...

Lycette Scott dijo...

Que bueno está amiga mía....una gran historia sobre las princesas...bueno una en particular

LorraiineB dijo...

Muy inspirador cuento de hadas, no recuerdo como me tope con tu blog, pero esta muy inspirador!

Todos debemos ser tan valientes como esa princesa!

Lo que me recuerda, el final se parece mucho a un libro mexicano,
Y COLORIN COLORADO ESTE CUENTO AUN NO SE HA ACABADO, de Odin Dupeyron.

Te lo recomiendo, esta buenisimo!
Saludos