17 septiembre 2007

Maestro Aldemaro Romero, mi corazón no dice adiós...


Aquella tarde, después de la tortuosa hora de teoría y solfeo, el profesor Ascensión Rodríguez –Profesor Chonchón, como cariñosa y abusadoramente le llamábamos- repartió a cada quien la partitura de una nueva pieza. Eran tres páginas. Entre murmullos asombrados y ojos desorbitados, ahogábamos todos, la sorpresa. Cheo, el más atrevido exclamó: ¡Otro vals! El profesor lo calló con una mirada.

Aquellas tres páginas me miraban fijo desde el atril. Trataba de descifrar la nomenclatura de unos acordes que nunca antes había visto. El profesor ilustraba en el pizarrón aquellos que no conocíamos. Tan sólo la introducción era casi una página…

No le encontraba ni pie ni cabeza. Era pesada y fastidiosa la introducción. No le encontraba el sentido. No entendía la melodía. No sabía a qué sonaba. Me cansaba la espalda y me entumecía las manos. Era sumamente lenta y eso, para un cuatro, es un soberano fastidio. Los cuatro dedos desperdigados de arriba abajo en los trastes parecían no alcanzarme. Me faltaba otra mano. El esfuerzo para lograr marcar bien los acordes era cansino, pero peor era no encontrar sentido. La palmada del profesor y su voz “De nuevo ¡arriba!”… Una mandolina nos abandonaba y “Otra vez, vamos ¡arriba!” La mano del profesor dibujaba los compases. Tres semanas después, tres días a la semana, tres horas por día, aquel vals, no salía.

No podía escucharlo. Estaba sumergida en los tiempos. En los cambios. En aprender las notas nuevas y de paso, la introducción ¡tan lenta! No podía apreciarlo. Era extenuante, era sumamente difícil. Pero una tarde, salió.

Superada la introducción y de entrada en la pieza, la primera vez nada sonó más hermoso que la voz del profesor cuando nos dibujó en el aire: “Da capo e fin”… Nos miramos los unos a los otros. Lo habíamos logrado. Era una pieza hermosísima. Pero ese nombre, ese nombre no me cuadraba, sin embargo ya la pieza me sonaba. Esa tarde, cantó a mis oídos por primera vez, en las cuerdas de la estudiantina a la pertenecía desde hacía cuatro años, el segundo valse que más había logrado conmoverme desde Natalia del Maestro Lauro; acabábamos de interpretar “Quinta Anauco” y en la parte superior de la partitura, bajo el título, se leía: A. Romero.






Hace un año, alguien que quiero mucho me decía en medio de una tertulia: “¡No puede ser que no la hayas oído!” A lo que le respondí: “Si, claro que sí, pero no sabía que era de él” Hablábamos de “Lo que pasa contigo”.


Poco después, me encontraba en un lugar privilegiado del Centro Cultural Corp Group. El concierto abrió con “Quinta Anauco” y casi no pude volver a respirar hasta que dos horas después salía de la sala con una sobredosis de emociones que no puedo describir aún.

Hace una semana supe de su enfermedad. Carlos Moreán y otros Amigos (amigos de él y amigos del Maestro) organizarían un concierto en honor a él, como aquel al que asistí el año pasado pero además, para ayudarlo porque estaba muy mal y nos necesitaba. También, el año pasado, el Maestro Aldemaro hizo lo mismo para honrar y ayudar al Pavo Frank (otro señor ante el que hay que quitarse el sombrero).

No hubo tiempo. El Maestro Aldemaro se nos fue antes tumbando la flor del llano con su carrera… Tomó una nueva Carretera en la que los gavilanes de las nubes no le traerán por los cabellos a su catirita llanera… Un Carretera que nos ahoga a nosotros de distancia… Una Carretera que lo lleva a su “Quinta Anauco” del cielo, lejos de la que tenía aquí y que no era más que una sucursal. Una Carretera que nos separará físicamente de Polo a Polo, pero que no marcará distancias en nuestros corazones, en el alma, en la piel erizada y en las lágrimas emocionadas de todos aquellos que alguna vez comprendimos a través de su música, “De repente”, que es “Lo que pasa conmigo” y nos llevó “Poco a poco” por una obra maravillosa y extensa impregnada de una personalidad que vibra inabarcablemente en cada voz y en cada instrumento que interpreta a su genio.

Mi corazón, no dice Adiós, Maestro… Aquella noche en la que estrenamos “Quinta Anauco” en la Gala de Fundaoriental, aquella noche en que las mandolinas se convirtieron en las voces impecables de nuestros cuatros y las guitarras les extendían las manos para invitarlas a dibujar los compases de aquel valse hermoso en la pista azul marino de una noche clareada por la luna margariteña, aquella noche, Usted se inscribió en mi historia.

Mi corazón no dice Adiós, Maestro… y ora profundamente a Dios, en agradecimiento, por haberme permitido verlo acariciar su piano y llevar mi alma al éxtasis… por haberme permitido escuchar en su voz pronunciando muy quedamente, como aquella introducción que tanto nos costó lograr en la estudiantina: “Gracias”.

No, Maestro ¡Gracias a Usted!

Descanse en paz.

Besos que callan.

11 septiembre 2007

¿Por qué Jorge Drexler?


Aquel domingo en la mañana quería devorarme como otras tantas veces Sabas Nieves. Sin embargo, la devorada fui yo desde mi radio: una entrevista de la BBC a un “tipo ahí” que pensé… ¿quién será este?… y seguí subiendo. No sé en qué momento me embebió la entrevista al punto de no recordar muchos instantes de la subida y bajar, aún con mi problema de rodillas, con una sonrisa de mongólica enamorada que aún siento en el corazón al oír su nombre… Era Jorge Drexler.


Me pasmó su voz, su sencillez y claridad al hablar, la intimidad con que contaba las cosas, la ternura inclemente de sus confesiones de hombre que siente, de ser humano… Me hechizó su historia y desde ese momento, además de lo que supe de su vida y su carrera en aquel programa, me dediqué a saber más de él, porque a través de él, también reconocí mucho de mí.


Con muchas limitaciones para poder sentarme a escuchar todos sus trabajos –pero, también con muchas ganas de hacerlo- he logrado relacionarme con algunas de sus canciones. La profunda franqueza de sus letras y su personalidad, hacen que este hombre me atraiga poderosamente por su irreverencia y por los cojones que ha demostrado tener para mantenerse fiel a sus convicciones a pesar de la fama.


Otra vez me lo confirma. El domingo en el diario
El Universal, entrevistado por el periodista José Antonio Azopardo, Jorge Drexler hace unas afirmaciones tan impactantes que me conmueven:


“Prefiero que a un concierto vayan cincuenta personas por las razones adecuadas que cinco mil por las equivocadas”

¡Guao!


“No me gusta mucho como nos portamos como especie al ser manada… No me gusta el ser humano cuando es muchedumbre… Pierde la capacidad de reflexión, la sofisticación emocional. Se emociona sólo por cosas muy primarias, muy básicas…”

¡Dios mío! suspiré.


Desde que leí el artículo, retumban en mi mente sus sentencias, quizás porque además, recuerdo claramente la contundencia y la dulzura en su voz, lo que conozco de su historia y las letras de sus canciones.

Esta mañana, venía al trabajo y oía el programa “Con otro tumbao” con María Elena Lavoe y Ana María Fernández. No son “santas” de mi devoción, me chocan, pero reconocí de inmediato la voz de Drexler en el paseo que realizaba de emisora en emisora huyéndole a la polémica de las mañanas.


Ellas, completamente desubicadas y desacertadas (como en cada entrevista que les he oído) hicieron cada pregunta estúpida que me hacía sentir pena ajena. Jorge, implacable les respondió sin hacer juego al chiste en ningún momento. Entre tantas estupideces y el giro redundante de “¿cómo comenzó todo esto? ¿Cómo fue que llegaste a la meca de la música? (así tuvo la osadía, una de las niñas, de referirse a Hollywood, haciendo alusión al Oscar que Jorge Drexler se ganó en el 2005)… ¡en fin! Jorge, demostrando una paciencia infinita con este par, les explicó claramente que los Oscar, eran sólo un evento mediático y que en él, si no eres famoso, sencillamente no te subes al escenario. Que aquello no era, en lo absoluto, algo que a él le interesara y que de hecho, nunca más había visto una entrega de los Oscar. Contó que días antes del evento escribió a la Academia agradeciendo la nominación, felicitándolos "por la valentía" de nominar un tema en español y les exponía su inconformidad al saber que no le permitirían cantar él mismo su propio tema (cosa que rompiendo el protocolo e imponiendo su pensar, su sentir y su interpretar, terminó haciendo al recibir el premio esa noche). “Pero –añadió, Jorge Drexler - antes de todo ese asunto del Oscar, sucedieron cosas más interesantes, por ejemplo, grabé ocho discos, vine a Venezuela por primera vez y he trabajado con gente maravillosa”. Una de las niñas “con otro tumbao” dijo: -Si, imagínate, Ana Torroja, Pablo Milanés, Víctor Manuel, Ana Belén… “Lo importante – dijo Drexler es que tengo una nueva oportunidad de estar en Venezuela”.


El concierto de Jorge promete, pero definitivamente esa actitud, esa personalidad que demuestra, lo que me transmite y me hace sentir, es definitivamente lo que me derrite de este tipo. Yo no sé – y es posible, lo sé, en ese medio de la música – con qué me pueda salir mañana o pasado el Señor Drexler. Quizás me entere de algún capricho de estrella o una niñería de famoso que me haga botar la piedra, pero por ahora todo encaja con él y antes que su fama me lo impida, espero poder tenerlo un poco más cerca.


Les dejo una
muestra de su trabajo, una entrevista en la que él mismo explica uno de sus temas más increíbles y habla de su última producción, además les dejo el link del Blog “Hay que ser Irresponsable” donde Jeanfreddy transcribió la entrevista de El Universal y espero que podamos deleitarnos con su música (aquí está la información sobre el concierto).


Saludos y besos que ladran!




03 septiembre 2007

¡Dios nos agarre confesados!

Basado en hechos reales...

Gladys, compungida, mascullaba su pesar en la cocina, mientras trajinaba de un lugar a otro limpiando lo que estaba limpio y dejando que la leche hirviera hasta rebosar y ensuciar lo que acababa de volver a limpiar…

- Chica ¿cómo es posible que ese muchacho me quiera echar esa vaina? ¿Ah? ¡Después de tanto sacrificio! Está bien, yo entiendo que ellos crecieron solos, que no tuvieron a su papá al lado para que los orientara. Pero, chica ¿qué no he hecho yo para que ellos salgan adelante? ¡Ah! ¿Que no les pude pagar una universidad? Bueno, si, está bien, no pude. Pero, coño, por lo menos sacaron el bachillerato, están trabajando, son jóvenes, ahí van, poquito a poco pueden seguir estudiando… Ah ¡pero no! ¡Él prefiere hacerme la vida un sanquintín! ¡Lo que quiere es tener y tener y tener! No, vale ¡no se puede tener todo en la vida y menos sin sacrificio! Dime tú… tanto fregarme yo la vida por él y ahora él quiere ser un delincuente legal, un matón de uniforme. Porque eso es lo que son…Unos matones, unos malandros ¡unos DELINCUENTES!

La letanía continuaba. Yo la escuchaba en silencio mientras sorbía el guayoyito que nos acabábamos de preparar.

Unos minutos antes, en el comedor…

- Vieja ¿quién es el padre de la patria?
- ¡Ay! ¡Por favor, Joseíto, no vas a saber tú eso! Deja el fastidio chico, que estoy leyendo.
- Ah, pues vieja ¿tú crees que yo te estoy vacilando? Anda, pues, dime ahí… échame una soplaíta que estoy estudiando.
- ¡¿Estudiando?! Pues me parece muy bien que retomes tus estudios, pero no creo que no sepas quién es el Padre de la Patria… Pa´ve ¿qué estás estudiando tú ahí?
- Na', vieja, me estoy apuñaleando aquí pa’ presentá el exámen de ingreso en la PM.
- ¡¿En la qué?! No, chico ¿tú te volviste loco, Joseíto? NO, no, no, no… ¡Conmigo no cuentes pa’ esa vaina! ¿Qué es lo que te pasa? ¿Tú me quieres matar a mí antes de tiempo?
- No, vieja, que matá ni que nada… yo lo que quiero es que tú estés ahí vivita y coliando pa’ que me veas ¿ah? Cuando me den mi medalla y me nombren ¡Agente Revette! Na’gueveoná… ¡medio palo!
- ¡Qué medio palo ni que nada!
- Date ahí, pues, anciana, que ya me está dando ladilla y lo que quiero es guindá… ¿quién es el padre de la patria? ¿Chávez?

Gladys, respiró profundo y sonriendo, se dispuso a ayudarlo a estudiar… imagino yo que pensando que Joseíto la estaba vacilando.

- Anota ahí, pues… el padre de la patria es Simón Bolívar ¡muchacho necio! Y ponte serio, si vas a estudiar hazlo de verdad. Deja la guachafita… ¡Nooooooo chico!… ¡Cómo no vas a saber quién es el Padre de la Patria! Y que policía ¡no digo yo?...
- ¡Ah vaina, vieja! ¡No sé! ¿Tú crees que yo soy como tú, que te pasas to’el día por ahí leyendo to’lo que te encuentras? No, pana ¡qué vao! Yo no tengo tiempo pa’ perdé en esa ‘aina. Yo tengo que ve de donde saco el biyuyo pa' comprá la 1600… Date ahí, pues ¿cómo se escribe Bolíva? ¿Con v de vaca o con vvvvvv de burro? Además, échame ahí una explicaíta de qué fue lo que hizo ese carajo, que yo tengo toda la vida oyendo de él y todavía no entiendo qué fue lo que hizo… pero eso sí, échame el chisme corto, tampoco es que te vayas a encadená. Mira que yo sé que tú sabes más que pesca'o relleno, pero eso a mi no me interesa.
- ¡Mira, José Luis! ¿Tú sabes cómo es la cosa…? A mí, tú me hablas bien, para empezar. A mí no me estés hablando como un malandro. Me respetas ¡Yo no puedo creer que tú no sepas ni cómo se escribe Bolívar!
- Ah ¿Es el mismo, igual, que la plata? Entonces si sé cómo se escribe ¡Ah! ¿Tás viendo, cómo aprende uno? entonces ¿la plata se llama bolívares por ese carajo?
- No, José Luis, chico, esto es insólito ¿Cómo es posible que un muchacho como tú, buenmozo, tan educado y decente que eras antes, tanto que me he esforzado yo para que tengas un mínimo de educación… y que a estas alturas tú me vengas con eso? ¿Tú no crees que te puedas enseriar ya? Ya tu tienes 24 años, mijo, ya es hora que sientes cabeza, que pienses en tu futuro…
- Mira, anciana, ven acá pa’ cantante la mía… quédese quieta anciana, que yo eso ya lo estoy resolviendo. Yo voy entrá en la Metro. Voy a la autoridá ¿Tú me entiende? Tú sabes to's lo beneficios que tienen un policía?
- Sí, ellos tienen muchos beneficios, pero también corren demasiados riesgos.
- No vieja ¿qué te pasa? Yo te apuesto a ti que no estamos hablando de lo mismo beneficios. Despué que yo me monte en mi senda moto y me den mi hierro ¿ah? Con mi unifolme y mi plaquita, 'tamos monta’os vieja ¡Ahí sí que estamos monta’os! Tú no te imaginas to’ lo que puedo conseguí yo así… ahí si es que te voy a da lo que tú quieras. Es más, hasta te voy a comprá la lavadora pues, y nos vamos a mudá de aquí, pero eso si, pa’una 'aina ieeeeennnnn. O ¿qué te crees tú? ¿Que yo me voy a lanzá 8 años en la universidad? ¿pa’ qué? ¿Quién me va a da trabajo a mí? No vieja, a mí no me gusta estudiá. Además yo necesito ve a linda ya, no en 20 años ¿Pa’ despué qué? Me consigo una jeva, así bien buena, con tremenda máquina pa’ hacé churro ¿y pa’ mantenela? ¿Con qué? ¿Pa’qué? ¿Pa’ no podela atendé porque tengo que está trabajando to’el día metío en una oficina? ¿Y mientras tanto? ¿La jeva to’el día metía en la casa pa’que venga otro a soplame el bisté? ¿A rajuñame la arepa Po’que yo no le puedo da lo que ella quiera? No, vieja… Eso está muy feo pa’ la foto. Yo voy a sé Metropolitano, voy a andá en mi moto, de vez en cuando le doy una vueltica a la jeva en la casa pa´vé qué está haciendo y el que me quiera jodé lo quiebro, pa’que sea serio... Imagínate pues que voy a carpintero, porque voy a viví del martillo y con eso de paso me saco unos clavos jajajajajaja

Gladys lo miraba atónita… no podía creer que ese que hablaba, que tenía enfrente, fuera su hijo menor, su maraco, su benjamín…

Yo, lo miraba por encima del libro que trataba de leer y hacía esfuerzos, por no reírme… por no llorar.

Gladys, se levantó de la mesa… a punto de romper en llanto, exclamó…

- Dios me libre de tener un hijo policía… ¡y menos aún de la Metropolitana!

Yo pensé…

- Y nos libre a todos los ciudadanos de que este muchacho consiga lo que quiere…

El 17 de este mes presenta el exámen… ¡Dios nos agarre confesados!

¡Besos que ladran!