... A veces las aguas del río crecen tanto que todo lo inundan y todo lo arrastran. Tras su paso deja un sendero devastado y desolador. Sin embargo, las aguas siempre vuelven a su cauce y donde hubo devastación crece de nuevo la vida. A veces se tarda un poco. Pero es en esas circunstancias donde imperan las cosas en las que creo: la paciencia, la constancia, la disciplina, el valor, el amor, la fe... eso, sobre todo, la fe.
Hoy, después de tanto tiempo y tantas cosas, tantos desvelos y tantas amarguras, tantos momentos difíciles, tengo un techo y cuatro paredes donde puedo, al menos, llorar a mis anchas si es eso lo que me toca. No es algo definitivo, pero es el principio de algo y es algo mejor. Sin embargo el precio ha sido alto, aunque lo vale.
Ha comenzado otro ciclo. Del río han bajado las aguas. El panorama no pinta igual que antes. Muchas cosas han cambiado. Muchas fueron destruídas. Muchas ni siquiera dejaron rastro. Es momento de volver a empezar. De seguir adelante. De volver a sembrar.
Siempre he pensado que nunca se va quien no se despide. De una manera u otra el corazón siempre espera que vuelva, al menos para decir adiós. Detesto las despedidas porque mi corazón siempre se queda más que yo misma. Así que simplemente, no me voy. No me he ido. Es sólo que aún no regreso de la última vez que estuve aquí.
Besos que ladran